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Usted ya no se acordará, pero yo sí. En junio de 2018 manifesté en esta misma sección mi total escepticismo respecto de las fabulosas cifras de crecimiento económico de Cantabria que, por un temor reverencial al optimista INE, otros numerólogos estaban admitiendo en contra ... de sus propias estimaciones previas. Así, se había pasado de golpe de apreciar un crecimiento algo inferior al 2,5% a asumir otro que caminaba holgado por encima del 3%. Todo el mundo quedó encantado de conocerse y las fuerzas gobernantes se lanzaron como Obélix a por el apetitoso jabalí estadístico que pasaba por allí, después de una desdichada hambruna de inicio de legislatura (recordemos que, en 2016, n Cantabria subió el paro mientras en todas las demás autonomías bajaba).
En ese artículo comenté, y me perdona usted la auto-cita, pero es que nadie más lo dijo: «Ahora que suena para el PIB de 2017 la marcha nupcial de Lohengrin y no el réquiem de Mozart, se vuelven incomprensibles otros datos: que según la EPA Cantabria acabó el año con 3.200 puestos de trabajo menos que al acabar 2016, o que la Seguridad Social indica de forma constante que nuestro ritmo de creación de empleo está por debajo del general español. ¿Crecemos más, pero destruimos empleo o creamos menos? ¿En serio?». Fin de la cita.
Ahora el INE ha revisado y actualizado sus cifras para la Contabilidad Regional de España. El crecimiento cántabro del 3,4% en 2017 ha bajado oficialmente al 2,8%. Y esa misma corrección de seis décimas (cada décima son unos 13 millones de euros, ojo) se aplica al otrora apoteósico 2018, que resulta hoy más discretito. Acabáramos. Ya no estoy tan solo: el INE se me ha hecho «confluencia».
Estas enmiendas suponen que en ningún año de la recuperación ha crecido Cantabria por encima del 3%. El promedio anual de crecimiento 2010-2018 es ahora de 0,4% para Cantabria y de 1,1% para España, es decir, nuestra velocidad media en dos décadas es solo un tercio de la nacional. Si tomamos como referencia la legislatura que se valoraba en las urnas autonómicas, a saber, el conjunto de 2015 a 2018, el promedio cántabro es de 2,65% y el español de 3,03%. Dicho de otro modo, deberíamos haber producido cada año bienes y servicios por valor de unos 50 millones de euros más. Dejar de producir 200 'kilos' no se considera hazaña en mi pueblo, no sé en el suyo.
Aunque estas correcciones siguen situando a Cantabria en buenas posiciones relativas (porque otros empeoraron), no obstante desmienten la euforia anterior y, sobre todo, explican, en virtud de su mayor realismo, los persistentes problemas de nuestro mercado laboral, que han de serlo necesariamente también, si no nos troleaban los catedráticos ingleses y estadounidenses cuyos manuales estudiábamos en la universidad, del consumo y la inversión empresarial (pues el empresario no se molesta en producir lo que no espera vender).
Crear menos empleo pero crecer más: esto solo es posible si ese empleo es más productivo debido al factor tecnológico o a que lo producido es una mercancía que va como un pepino y nos la quitan de las manos. No estamos en ninguno de ambos casos: no tenemos Silicon Valley ni petróleo. Entonces, si creas menos empleo es sencillamente porque tu economía es menos dinámica.
Los datos se van alineando. Ni nuestro producto interior bruto ha vuelto a crecer a un 3% o superior desde 2007, ni nuestras afiliaciones a la Seguridad Social han estado jamás en crecimientos anuales por encima de los españoles desde la primavera de 2015. En unas series temporales tan largas, ya no cabe engaño: nuestra trayectoria económica y social es manifiestamente mejorable. Seis décimas también es fiebre en estadística. Menos mal que me vacuné a tiempo.
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