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Sucede que la casualidad es caprichosa y, si bien casi todo lo que ocurre está sujeto al azar del continuo discurso temporal, no es por ello menos interesante comprobar que, en ocasiones, ese tiempo ofrece guiños juguetones a quien quiere entrever ese comportamiento cómplice. Es entonces cuando, tras ese ofrecimiento irresistible, comienza la peripecia del relato de la coincidencia posible en toda fecha y de la importancia de cada día: hoy, ayer, mañana... Tan solo hay que compartir la complicidad y acercarse al conocimiento con la capacidad de ilusión y juego que acaso tan solo los espíritus más infantiles y científicos poseen, entrelazando en su favor inocencia, curiosidad y deseo de saber.
Así pues, desde esta primera suposición de la importancia de cualquier momento y tiempo, no cabe mejor prueba de convicción que su rápido traslado a una concreción inmediata que permita hacer de esa afirmación un hecho palpable y no tan solo una veleidad atractiva..., pero con escaso contenido. Por lo tanto, afrontando decididamente el reto que propongo desde esta misma semana, como locus perfecto para probar el aserto y, por hacerlo aún más lúdico e instructivo, desde mi profesión de arquitecto, afinaré incluso un poco más en el juego de la fecha llevándolo hacia la ciudad, la arquitectura y el urbanismo. Sea, pues.
Un 4 de mayo, en 1626, tuvo lugar un acontecimiento histórico que está en el origen de la ciudad que, sin ser la más grande ni la más poblada ni, quizá, la más atractiva, sí que representa en el imaginario colectivo universal lo que una ciudad es y debe ser. Aquel día, el embajador comercial de una compañía holandesa llegó a tierras americanas a la altura de la desembocadura del actual río Hudson. Tan solo veinte días después compró a los indios lenape la isla que habitaban, Mana-hatta, donde fundaría la ciudad de Nieuw Amsterdam: la actual Nueva York. Sin duda, una aventura apasionante, como también lo fue, en un muy diferente espacio viajero, la de Alicia y su propio País de la Maravillas, viaje realizado igualmente un día 4 de mayo, como el mismo libro cuenta mientras ella merienda con el Sombrerero Loco y el Conejo Blanco.
Otro 4 de mayo, esta vez de 1916, nacía en Pennsylvania la que en los años 60 sería la gran 'ama de casa' (como así llegaron a denominarla no demasiado apreciativamente) capaz de enfrentarse (y derrotar) al principal factotum urbanístico de la 'Gran Manzana' (de nuevo NY) en ese período central del siglo pasado, el arquitecto Robert Moses. Lo consiguió desde sus convicciones urbanísticas plasmadas con gran inteligencia y sensatez en su libro de 1961 'Muerte y vida de las grandes ciudades americanas' y desde su posición de redactora de la revista Architectural Forum. Se llamaba Jane Jacobs y aún hoy en día domina el pensamiento urbanístico desde su confianza en el papel del espacio público, las calles y sus aceras, en la vida de la ciudad y de la ciudadanía. Ella vivió en el 555 de Hudson street, de nuevo el Hudson y en un número especial...
Pocos años antes del libro, otro 4 de mayo, este de 1958, siendo redactora de The New York Times (seguimos en Nueva York), la que después sería premio Pulitzer en 1970, el primer año que se otorgó en materia de crítica de arquitectura, publicó en ese mismo periódico un maravilloso artículo en el que, con toda la profundidad que hoy podríamos repetir sin equivocarnos en nada, ponía de manifiesto la orfandad en la prensa y en la formación educativa de cualquier referencia a la arquitectura, una disciplina que afecta tan profundamente a todas las personas, pues es en la arquitectura y entre arquitecturas donde se desarrolla la vida en todas sus facetas: familiar, laboral, cultural, educativa, de recreo... Fue Ada Louise Huxtable y reclamaba, al menos, una básica formación visual en el campo de la arquitectura en edades mucho más tempranas y eficaces para el conocimiento personal que la demasiado tardía fase universitaria. Deberíamos hacer lo mismo hoy en día, sin duda.
Este relato-juego solo ha pretendido hacer visible la grandeza del bagaje histórico y cultural que cualquier fecha trae consigo y que la engrandece e ilustra. La muestra presentada habrá que convenir que ha sido aclaratoria de la hipótesis presentada al principio, por lo que creo haber alcanzado el objetivo propuesto. Ello, además, sin haber mencionado aún que el día 4 de mayo ('May the fourth' en inglés) es considerado el Día de la Fuerza ('May the force be with you', o sea, 'Que la fuerza te acompañe') por los seguidores de la saga de 'La Guerra de las Galaxias' y, por supuesto, sin haber abordado tampoco lo más personal: sí, como acaso habrán podido suponer, el día 4 de mayo fue también... el día de mi cumpleaños.
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