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Es frecuente ver en diversos establecimientos públicos un cartel que nos indica que cuentan con un libro de reclamaciones en el que los usuarios podemos dejar por escrito nuestras quejas por el servicio que nos han prestado quienes nos han atendido. Sin embargo, los españoles ... somos más dados que a utilizar tales libros a expresar verbalmente a amigos y conocidos nuestra opinión negativa sobre el trato recibido en un determinado lugar cuando consideramos que éste no ha sido el adecuado. Por supuesto, si ello ha sido en una dependencia de la Administración es normal que nuestro mal humor acabe recayendo, virtualmente claro, en los funcionarios, a los que rápidamente aplicamos una serie de adjetivos que, en muchas ocasiones, no sería elegante reproducir aquí.
Siendo necesario la existencia de tal libro, bueno sería también que junto al 'libro de reclamaciones' hubiera un 'libro de agradecimientos', en el que, llegado el caso, pudiéramos manifestar nuestra satisfacción por el servicio y trato recibido del funcionario, o empleado si es una empresa privada, que nos atendió, las dudas que nos aclaró, los errores que nos corrigió y, por supuesto, la ayuda que nos prestó para la gestión de las nuevas herramientas informáticas, tan lejos de las habilidades de muchos usuarios como presentes, cada vez con más frecuencia, en la gestión diaria de cualquier asunto. La existencia de uno y otro libro, y el frecuente uso de los mismos por parte de los usuarios, ayudaría a mejorar los servicios que usamos habitualmente, pues permitiría poner de manifiesto las deficiencias, que por reiteradas, debieran ser corregidas, así como, en su caso, el buen hacer demostrado por quienes estén gestionando los correspondientes servicios.
En más de una ocasión he hecho mención a restricciones impuestas en las diversas administraciones como consecuencia de la pandemia que se inició en el 2020 y que algunos organismos públicos, por no decir muchos, han seguido manteniendo como si aún estuviésemos padeciendo los efectos que la misma produjo en la población. Hoy, sin embargo, quisiera referirme a un organismo en el que ya por dos veces he solicitado el 'libro de agradecimientos', aún a sabiendas, como es lógico, que el mismo no existe, para agradecer a los funcionarios que me atendieron, y que comprobé cómo atendían al resto de usuarios allí presentes, la amabilidad y eficacia con la que gestionaron los asuntos que les correspondió tramitar.
Me refiero en concreto al Registro Civil de Santander, del cual, sin citarlo expresamente, hice mención en un artículo publicado en febrero de este mismo año, en el que, al referirme a la obligación impuesta para acceder a muchas oficinas de la Administración de obtener la cita previa, decia: «Hay veces, no obstante, que se produce alguna excepción, tal y como me ocurrió hace unos días cuando fui a una oficina de la Administración central a buscar un certificado. Lógicamente llevaba la duda de si podría acceder a tal organismo o me lo impediría el vigilante de seguridad que hay en su puerta. Con sorpresa mía, después de pasar las correspondientes medidas de seguridad, me dejaron entrar al interior de las oficinas donde, por cierto, había tres carteles que indicaban que era necesario, para realizar las pertinentes operaciones, la cita previa. Sin embargo, cuando accedí a la correspondiente ventanilla, una amable funcionaria me atendió y me proporcionó el certificado que solicitaba». Ante mi sorpresa, la funcionaria me aclaró que ella y sus compañeros consideraban que a todo el que accediera hasta allí –y ellos dispusieran de tiempo para atenderlos, dando, como es lógico, preferencia a quienes llevasen cita previa– ellos les atendían, porque consideraban que ese era su deber como empleados públicos que son. Esa fue la primera vez que solicité el citado libro de agradecimientos. La segunda se produjo unas pocas semanas después, y al hacerlo varias personas presentes dijeron que a ellos también les gustaría escribir su favorable opinión en tal libro.
Posteriormente volví a solicitarlo, dentro del mismo edificio, en la oficina a la que tuve que llevar los documentos obtenidos para que practicasen el 'apostillado' que exigían al solicitante en el país donde reside, y al decirme la funcionaria que me atendió que tal documento estaría en unas horas, y en todo caso al día siguiente, al comentarla si podía recogerlo otra persona, porque yo salía de viaje en unas horas, me pidió el teléfono para llamarme cuando lo tuviese listo y así, si me daba tiempo, poder recogerlo personalmente, cosa que hizo al cabo de un par de horas. Sirva por ello este libro virtual, a falta de uno físico, para agradecer a tales funcionarias/os su responsabilidad y buen hacer.
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