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En un artículo de opinión, publicado recientemente en este mismo periódico, su autora criticaba la subida, se supone que simbólica, realizada por algunos políticos de nuestra región al tren que se pretende construir entre Santander y Bilbao, exponiendo como muy positivo y constructivo para conseguir ... tal objetivo lo hecho por unos, lógicamente sus propios compañeros de partido, en contraposición a la dejadez y falta de resolución de los demás.
Sin entrar a un debate, que por las fechas que estamos pudiera tener más de pelea electoral que de encontrar soluciones para resolver una cuestión tan importante para nuestra región, cuál es nuestra conexión ferroviaria a la red europea de alta velocidad, quisiera hacer mención a un artículo que quien esto escribe publicó en este mismo periódico en noviembre de 1989 titulado 'Nueva era ferroviaria', sin que, al menos hasta hace bien poco, nadie se subiera al tren entonces propuesto.
Iniciaba el artículo de referencia diciendo que: «Diversas y muy importantes han sido las decisiones adoptadas en estos últimos meses que han venido a cambiar totalmente los escenarios en los que hasta ahora nos movíamos y que condicionaban de manera absoluta nuestros planteamientos de cara al futuro en relación con las comunicaciones ferroviarias de Cantabria».
Enumeraba a continuación algunas de ellas y, a tal efecto, citaba las siguientes:
«La primera es la decisión del Gobierno de adaptar el ancho de vía español al europeo y de realizar una red básica de alta velocidad que enlace con la red similar europea. La segunda es el acuerdo firmado por el Gobierno Central con el Gobierno Vasco, por el que se establece la conexión Bilbao-Irún-Vitoria con ancho europeo y alta velocidad que permitirá acceder desde Bilbao a la red europea de alta velocidad, así como al valle del Ebro y al Mediterráneo. La tercera gran decisión es la apuesta hecha por la CEE en favor del ferrocarril mediante la creación de una red básica de alta velocidad que permitirá enlazar las principales ciudades europeas en tiempos mínimos y competitivos con el avión».
Proseguía el artículo de referencia diciendo que Cantabria debía adaptarse a las nuevas circunstancias, y, a tal efecto, exponía que: «Para ello, tenemos que replanteamos seriamente nuestro futuro ferroviario, el cual, a mi juicio, pasa por la realización de un enlace de media velocidad (200-220 kilómetros/hora) con Bilbao –lo que nos permitiría enlazar con la red europea de alta velocidad y con el valle del Ebro y el Mediterráneo a través de una línea de media y alta velocidad– a la vez que actuamos sobre la línea Santander-Palencia para adaptarla al ancho europeo, dotándola de doble vía en todo el trayecto y de un nuevo trazado desde Los Corrales hasta Mataporquera».
Y más adelante continuaba: «A la hora de valorar lo anteriormente expuesto es preciso tener en cuenta que Bilbao –de la que por ferrocarril de media velocidad tan sólo nos separan treinta minutos– una vez concluido el plan indicado, quedará a menos de cuatro horas de París, cinco y media de Bruselas, seis y media de Londres, una y media de Zaragoza y tres de Barcelona, por lo que la realización del enlace indicado permitiría a Santander quedar interconexionada con Europa y con nuestro Mediterráneo en tiempos realmente cortos».
Terminaba el artículo citado reflexionando sobre el apasionante momento que estábamos viviendo, para lo que decía: «Se está diseñando un nuevo modelo de comunicación que condicionará grandemente, y por mucho tiempo, nuestro futuro. Nuestros vecinos del País Vasco han sabido reaccionar a tiempo y han sido capaces de influir en ese futuro diseñando ellos mismos una nueva red ferroviaria que cambiará de forma sustancial el norte peninsular. Cantabria también debe participar en estos nuevos proyectos y para ello tenemos que ser nosotros mismos, con rapidez y unidad, los que decidamos lo que más nos interesa, apoyándolo después con toda energía y buscando para su ejecución las ayudas y colaboraciones que fuere menester».
Treinta y cuatro años después de aquella propuesta es claro que los cántabros de todos los estamentos, sean éstos políticos, sociales o económicos, debiéramos, sin perder más tiempo, subirnos al tren de la conexión ferroviaria con Bilbao –sin empujar ni echar a nadie que lo intente, pues todos cabemos en él– y hacer un proyecto consensuado, que defendamos en todas las instancias, desde Madrid a Bruselas, para hacer un tren de alta velocidad y ancho europeo que a través de Bilbao conecte nuestra región con Europa y el Mediterráneo en media hora, tal y como ya entonces se proponía, pues un tren que tardase mas tiempo que el indicado no dejaría de ser poco más que un tren de cercanías.
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