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Agradezco a los responsables del periódico que me hayan dado la oportunidad de ponerme a escribir este artículo un día después del encuentro que el Racing perpetró en La Coruña. Por primera vez en años el equipo consiguió que me fuera a dormir de ... muy mal humor y con pésimas perspectivas ante lo que nos viene por delante, a merced de un calendario que, en este momento, parece inasumible. Sencillamente, porque el equipo es el peor de todos los que forman la categoría. O mejor dicho, porque juega peor que ninguno y, como manifestó su propio entrenador, concede más que nadie. Así de simple. El Racing podía haber estado jugando una semana entera con un futbolista más frente al último clasificado de Segunda División que ni por esas hubiera conseguido hilvanar una sola jugada, un resquicio al que agarrarnos para albergar la más mínima esperanza de mantener la categoría. Así es imposible.
En el deporte profesional nada sucede por casualidad. El Racing ofrece la viva imagen de una entidad cerrada por derribo. Todo se desmorona y la dejadez comienza a ser tan palpable como alarmante. El desproporcionado número de fichajes no ha aportado ningún salto de calidad, más bien ha exhibido un interesado síndrome de pasarela en el que la calidad brilla por su ausencia. Se ha invertido la misma cantidad de dinero, o más, que todo un pelotón de equipos para obtener muchísimo menos rendimiento. Intuyo que en cualquiera de sus otras empresas los dueños del Racing no habrían permitido semejante atropello a la improductividad. Se ve que el fútbol sigue siendo diferente. Chuti Molina ha cerrado todas las puertas de La Albericia a aficionados y medios de comunicación. Quizá no desee que nadie fiscalice su labor. Le estorban los mirones. Los resultados muestran por sí solos que la plantilla está hecha con los pies.
Sin embargo, no es ese, desde mi punto de vista, el mayor de los atropellos consumados. Esta semana el primer equipo se jugaba la vida en Riazor sin delantero centro durante varios minutos. Mientras eso sucedía, el desterrado equipo filial veía cómo se suceden los jugadores que piden la carta de salida para abandonar la entidad tras declararse en rebeldía. Insólito. Eso, por no hablar de los entrenamientos que se han llevado a cabo… Sin portero. Me parece inaudito. Oigan, ni en los esperpénticos tiempos de Pernía y Harry se percibía semejante situación de abandono. Los máximos accionistas son los primeros que deben reaccionar tomando las medidas que consideren oportunas. ¿Hay alguien ahí?
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