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La democracia es hermosa pero frágil, y en estos días ha vencido». Católico y liberal como es Joe Biden, se refirió al amor, a la bondad y a la justicia social en su toma de posesión como 46 presidente de los Estados Unidos. Pero la ... referencia a Lincoln en torno a la unidad de la nación fue la más emotiva y repetida del discurso: «Toda mi alma va en este acto de unir a la nación». Para transmitir esperanza a una América dividida y angustiada y a un mundo confinado, Biden hizo todos los honores y gestos a la historia americana. Pronunció prácticamente toda la terminología política democrática para que nadie se sintiera fuera de su nuevo proyecto que empieza ahora por conseguir que los americanos se vuelvan a entender en vez de seguir odiándose. «Estar en desacuerdo no puede ser estar desunidos», afirmó. Todas las referencias, utilizó. Menos una, Trump. Ausente y derrotado.
2021 puede ser el punto de inflexión de una crisis política desconocida en Estados Unidos, de una pandemia que ha diezmado y confinado a la humanidad y de un desorden internacional que ha debilitado el progreso. El presidente Biden se enfrenta a una crisis global para lo cual, en primer lugar, debe de establecer prioridades a corto plazo y paralelamente diseñar una estrategia de mayor recorrido. El covid y la crisis económica y política fuerzan al presidente a centrar los primeros esfuerzos en este enorme desafío. Poner fin a los efectos sanitarios y económicos de la pandemia en Estados Unidos y restablecer el orden en la administración y en las principales decisiones en torno a la reactivación social. Reducir la polarización, integrar al partido republicano en un gran espacio de centro para la consecución de las medidas económicas de choque. «En la historia hemos vencido todos los desafíos porque hemos actuado juntos», aseguró.
El desafío doméstico tiene además derivadas internacionales por distintas razones. En el caso de la pandemia y el deterioro económico, la situación tiene una evidente dimensión global. Pero en la cuestión del deterioro de la imagen exterior, la crisis es también derivable al entorno internacional porque la debilidad del liderazgo norteamericano pone en cuestión la fortaleza de las democracias liberales en regiones como América Latina, Asia o la nueva región del Mediterráneo, ampliada ahora al África noratlántica y el Sahel, y a Oriente Medio y el Caúcaso. Una visión geopolítica compleja e interconectada, que obliga a redefinir marcos de cooperación y seguridad y al establecimiento de alianzas reforzadas. «Estados Unidos va a salir más fuerte de esta crisis - afirmó Biden - vamos a reforzar nuestras alianzas».
Pero en esa recuperación que el presidente anunció, los riesgos y amenazas concretos no se han reducido porque se haya producido un cambio de gobierno en Washington, sino que muchos de ellos siguen tenazmente su curso. Uno es el de la creciente inestabilidad en la citada región mediterránea donde la acción exterior norteamericana no puede seguir pasando de puntillas y donde las estructuras de la OTAN y las alianzas bilaterales tendrán que hacer valer su presencia política y estratégica sin reproducir los escenarios pasados de Oriente Medio. Otro es el de la rivalidad con las potencias revisionistas, China y Rusia, que afecta a las regiones europea y asiática, y que incorpora este año temas tan trascendentes como la renegociación del Tratado Start III sobre reducción de armamento nuclear. Un tercero es precisamente la firmeza en la oposición a la proliferación nuclear de Irán, previsiblemente revisable por la nueva administración, pero en un marco distinto porque el fortalecimiento de relaciones con los países árabes implementada por Trump puede convertir la cuestión iraní en el Caballo de Troya de la credibilidad americana en la región. Aunque Biden aseguró: «Volveremos a ser un socio fiable para afrontar los retos de hoy».
Menos problemática será la vuelta de Estados Unidos al Acuerdo de París, al que el presidente no se refirió. Sin embargo, otras políticas de la administración saliente no parece que vayan a alterarse. Una es la política de alianzas en torno al reconocimiento de Israel. Y otra la presión contra el régimen venezolano, aunque quizá ahora a través de vías que incluyan la negociación diplomática. Pero si Estados Unidos quiere restablecer la credibilidad de su democracia, no puede equiparar su legitimidad con las de venezolanos y cubanos que agreden la oposición, el parlamentarismo y la libre expresión. «This land was made for you and me», repitió Jennifer López en su actuación durante el acto, después de que Lady Gaga entonara el himno vestida de rojo, blanco y azul. «América es una nación para todos», gritó la artista en español.
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