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El amigo de la mar y el viento

No podía permitirse la vista del taray contrahecho y divergente en un paseo céntrico y elegante

Viernes, 23 de septiembre 2022, 07:29

Allí, en El Sardinero, los dejaron crecer tranquilos y no los cercaron para que medraran uniformes y erguidos. Árboles de Mesones, árboles de Piquío y de las laderas que miran a La Concha y El Camello, tarayes alejados del centro, a salvo de cartabones y ... reglas, y por eso adoptaron mil formas y se alzaron como lo quiso la naturaleza, solo obediente a los antojos. Tarayes resistentes al ataque del salitre, moldeados por la fantasía y no por jardineros rectilíneos. Nacidos, o así lo parece, para que jueguen los tentirujos y los trentis en las noches de invierno y habiten en ellos los trastolillos. Árboles verdaderos, vecinos de chopos, fresnos y robinias, que dan cobijo, embellecen el paisaje con sus siluetas fantasmales y viven junto a las playas, los mares y los ríos. Tarayes mágicos, gibosos y contrahechos a los que la luz crepuscular los hace moverse y cobrar vida.

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