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Parece un contrasentido lo que voy a decir, pero el buenismo no puede ser más malo. El buenismo está de moda pero nace de una trampa y es que quienes lo practican lo aplican como un modo de compensar su 'malismo' en otros ámbitos. Es ... decir, me puedo permitir el lujo de criticar, señalar, juzgar, prejuzgar, incluso, aniquilar a través de las redes sociales y de cualquier red de contactos en las que pueda malmeter contra otra persona, sobre todo si a esa persona la repudio, la rechazo y la criminalizo, con o sin sentido y, a la vez, descremo ese 'malismo' siendo extremadamente generoso y bueno con las personas a las que protejo, con las que soy paternalista o simplemente me apetece estar a bien con ellas.
Además, el buenismo, como entra dentro del capítulo de lo políticamente correcto, está aceptado socialmente, a quien lo pone en práctica y lo hace con la habilidad requerida se le presuponen muy buenas intenciones en todo lo que hace. Es un excelente disfraz para un lobo con piel de cordero.
Por otro lado, en el plano personal, en la vida cotidiana, en la educación a nuestros hijos o en nuestra relación con compañeros de trabajo, el buenismo puede estar disfrazando la cobardía para no enfrentarnos y afrontar determinadas situaciones que nos pueden resultar incómodas o en las que nos sentimos en inferioridad de condiciones. Esta actitud buenista permite salvar esas carencias. Tenemos que partir de la base de que todo exceso de comportamiento denota carencias en otras áreas y en este caso el buenismo impide el buen juicio crítico, el sentido común y una valoración adecuada de cualquier tipo de circunstancia personal, profesional o empresarial.
En política se usa muchísimo para conquistar la mediocridad de determinadas personas que 'pican' ante manifestaciones que lo único que buscan son adscripciones al poder que ejercen desde el púlpito, desde el que nos están adoctrinando o pretenden hacerlo. El buenismo es malo porque además, en muchos casos, se utiliza para amansar a las fieras, para seducir a la posible víctima con unas palabras amables, que pueden esconder todos los venenos del mundo. Quien practica el buenismo ejerce la bipolaridad o 'bibocalidad', es decir, cuenta con dos bocas, una para masacrar a sus enemigos y otra para agradar, 'buenísticamente' hablando, a todos los que quiere que estén bajo su paraguas sin enfrentarse a ellos y sumando voluntades.
Al final, si somos coherentes, si tenemos seguridad en nosotros mismos y nuestra mente está bien amueblada, expresaremos con asertividad todo lo que pensemos y sintamos, sin tratar de ofender a nadie, pero tampoco sin tener que agradar 'buenísticamente' para ganarnos la voluntad del otro. Lo bueno y lo malo, no existen; el buenismo, tampoco.
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