Trajes de madera personalizados

En una carpa de Adarzo, unos jóvenes con calimocho a barullo oyen a todo volumen en la radio del coche, con todas las puertas abiertas, una vieja canción de Sabina. Quien, con resignación cristiana, pregona sus años cuarenta y diez años, cuarenta y nueve dicen que aparento, y con talento y humor negro evoca el anunciado paso por la sastrería de los crespones cenizos: «...pero sin prisas, que el traje de madera que estrenaré / no está siquiera plantado / Que el cura que ha de darme la extremaución no es todavía monaguillo...».

Para presumidos y rompemoldes, las funerarias más punteras se valen de internet para anunciar trajes de madera personalizados, a la medida, de lo más chuli, recubiertos con vinilos figurando hermosas Venus, discotecas con neones, barras con copas, vistas de la Magdalena, del Puntal, del Racing... y así.

Que en Cantabria existiera la añeja costumbre de hacer a la medida trajes de nogal o castaño nada tendría de extraño. Sabido es que cuando en las aldeas no había fotógrafos fiables, los lugareños bajaban a la capital para hacerse una foto para la esquela. De ahí que en las esquelas se vieran fotos de nonagenarios idos a cielo con cara de primera comunión.