Villancico trasmerano

Entre las muchas coplas recopiladas por el experto, cumple en las fiestas navideñas —que se van desnaturalizando a pasos agigantados con costumbres foráneas y mercantilismos insufribles— transcribir un villancico que se cantaba por Pascua, según la información por él recogida.

Lo conforman veinte cándidos versos, limpios como el agua que de la peña mana y corre, plenos de fe y ternura. Cuyos ripios reflejan en breves pero muy concretos pasajes cuanto del nacimiento de Jesús en Belén se sabe por la doctrina.

Avívese el fuego de leña. Pónganse troncos de encina en el llar. Léase en familia, y recítese con templada entonación decembrina: «—Mañanita de diciembre, / mañanita, mañanera / va una joven con un viejo / caminito de la aldea. / Piden posada en vano. / —¡Vayan a llamar a otra puerta, / que la nuestra está trancada / (y) el can gruñe y se impacienta! / Guarécense en un portal / donde descansan dos bestias; / las bestias con sus alientos / lo calientan desde cerca. / El niño les sonreía, / sus brazos en cruz les muestra; / en las manos y en los pies, / tenía heridas abiertas, / en el costado una llaga, / sobre su frente una estrella. / Así nació el Redentor / que anunciaban los profetas».

Nada sobra a tan elemental composición poética. Este tipo de romances rústicos, tan instructivos, jamás se atreverán a recitarlos en los púlpitos los párrocos, devotos de los Evangelios y sordos a la elemental voz del pueblo.