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Le escucho decir: «Oiga, ¿antracofobia?». De las palabras griegas 'ánthrax' (carbón) y 'fobos' (pánico), producimos el neologismo 'antracofobia': pánico al carbón. Necesitamos esta palabra porque empieza a dominar nuestra civilización y vida cotidiana. Hoy comienza en Katowice, Polonia, una cumbre sobre cambio climático, y ... como prólogo la Comisión Europea anunció la semana pasada el objetivo de 'economía hipocarbónica' para 2050. Se trata de reducir la emisión de gases de efecto invernadero en un 80% respecto del nivel emisor de 1990.
Y esto implica grandes cambios para los sectores más problemáticos: producción de electricidad, industria, transporte, edificios, construcción y agricultura.
En Cantabria estos retos tienen ya nombres y apellidos. Solvay necesita librarse del carbón y para ello requiere una inversión multimillonaria. El Gobierno autónomo ha prometido apoyo, pero la cuestión es cuánto dinero público supone y qué parte de lo público tendrá que aportarlo para asegurar que la fábrica sigue ahí. Por su parte, Iberdrola ha iniciado trámites para clausurar la central térmica de Velilla, en Guardo, y otras instalaciones mesetarias similares. No cabe desconocer el impacto potencial que futuros descensos de tonelaje de carbón pueden tener sobre los tráficos en el puerto de Santander, que cuenta desde hace años con una moderna terminal para manejar este producto y cuyos récords suelen darse con barcos carboneros.
Bruselas considera que el eléctrico es un sector que podría reducir casi todas sus emisiones actuales. Naturalmente, hay que sustituir las fuentes fósiles por energía eólica, solar, hidroeléctrica y biomasa, así como por fuentes hipocarbónicas como las nucleares o las térmicas con tecnología de captura de carbono. En Cantabria vamos fatal en todo esto: otra legislatura está pasando en blanco sin un solo aerogenerador, sin huertos solares, sin la obra de la hidroeléctrica de Aguayo, y con poca relevancia de la biomasa. Nucleares no, gracias; y térmicas parece que tampoco cuando hasta para ampliar una nave en el puerto hay problemas mayores. Hay que ponerse las pilas, si la metáfora no se vuelve políticamente incorrecta ahora.
Otro sector afectado será la ganadería, ya que se trata de reducir el impacto del ganado vacuno en las emisiones y aumentar la capacidad de suelos y bosques como sumideros de dióxido de carbono. Se propone directamente una dieta con menos carne y más verduras, lo que no sé si hará feliz a nuestro atribulado mundo rural. Al lobo, seguro que no. Sí que es interesante la forestación como captación de carbono, pero los planes forestales son de plazos largos y deberíamos estar ya empezando para ir cumpliendo etapas. Y ¿sería compatible esa función del almacenaje carbónico con las explotaciones actuales de eucaliptos y coníferas?
De los vehículos de motor podemos hablar otro lunes. Ya ve usted por qué 'antracofobia' es más que una ocurrencia: pasa a ser principio de toda política, dogma de la ética universal, receta de salvación de la humanidad, plano de la organización del establo o el palacio, legislación de lo que se planta y se come. La 'antracofobia' es el axioma del progreso, el Madrid Central, la muerte al diésel. Ya ni los Reyes Magos van a traer carbón, porque la Cabalgata no pasaría la evaluación de impacto ambiental, como la Autopista Dos Mares. Y lo de los dromedarios hay que mirarlo.
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