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Llevo unas semanas escribiendo en este diario hablando de la experiencia que me está suponiendo el cambio de vida de Madrid a Santander y no puedo dejar pasar más el tema de las distancias, los tiempos y lo que cada uno entiende con ellos.
Un ... metro es un metro y un minuto es un minuto. Aquí en Cantabria, en Alaska, en China o en Madrid. Ahora bien, y aquí es donde viene el lío: si no queremos ser tan precisos, porque no tenemos instalado en el cerebro un chip con el Google Maps, ¿qué se entiende cuando le preguntas a alguien por un lugar y éste te responde con un «aquí al lado»?
De entrada en algunos sitios de Madrid nos comemos una letra y decimos «aquí al lao». No sé si por vaguería o porque somos, según dicen, así de chulapos. Ojo que tampoco se quedan cortos en la tierruca, porque muchos en seguida te saltan con un «aquí al lau», que debe ser como se dice aquí eso poniendo el toque castizo.
¿Pero qué es realmente «aquí al lado»? Pues aunque parezca mentira, es distinto si vives en un sitio u otro. En la capital madrileña lo decimos para casi cualquier desplazamiento considerado como ligero y que por lo general nos lleve unos veinte minutos. Simplemente cambiar de barrio para ir a cenar una noche nos lleva ese tiempo. Sin embargo, desde que estoy aquí mis referencias espacio-temporales están cambiando.
El otro día fui a cenar con mi familia a Solares, también a veinte minutos, y cuando se lo dijimos a unos amigos santanderinos se echaron las manos a la cabeza. «¿A Solares? ¿Tan lejos? ¿Os quedaréis a dormir, no?»... Tan lejos..., madre mía,, pensaba yo para mis adentros. Lo cierto es que cada vez les entiendo más porque aquí todo parece más cerca. Qué demonios, no lo parece, es que lo está. En solo cinco minutos pasas de El Sardinero al centro por el túnel de Tetuán. Olé. Y si añades dos minutos más puedes hacer el mismo viaje mientras bordeas el mar, el Casino, La Magdalena y el puerto. Doble olé. El hospital está a apenas otros cinco minutos de los principales barrios de la ciudad, como también lo están el mercado, las farmacias, los colegios, la playa, las tiendas, la estación de tren o la del bus... francamente, me encanta.
Estoy seguro que esto forma parte de lo que se suele llamar calidad de vida y cuando lo vives in situ te das cuenta del auténtico lujo que es tener todo a mano. O al lado. O al lau...
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