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Con motivo de la aprobación de los Presupuestos Generales del Estado hemos visto la posición adoptada por las distintas fuerzas políticas representadas en el Congreso de los Diputados y lo que cada uno pretende no solo para el ámbito geográfico que representan sino también para ... todos los demás.
Y así, un partido con presencia exclusivamente en una comunidad autónoma, cual es Izquierda Republicana de Cataluña, y un número muy escaso de votos -el 3,865 por ciento del total de los emitidos por el conjunto de los españoles- no solo ha obtenido para su región mucho más que lo que se da a los demás sino que quiere intervenir en lo que deben hacer otras comunidades, con lo que podríamos aplicar aquello de «usted no se meta en mi vida, que es solo mía, pero yo le digo como tiene que vivir usted la suya».
¿Quien puede no sorprenderse al ver solicitar a un partido independentista, como es ERC, la armonización de impuestos para toda España -ellos que se han pasado la vida solicitando hechos diferenciales con el resto de españoles- y no para bajar o eliminar los mismos sino para que otras comunidades los suban y así no se note los elevados impuestos que ellos cobran a sus ciudadanos?
Y es que puestos a armonizar, debiéramos armonizar otras muchas cosas antes que los impuestos. Por ejemplo, la enseñanza y la sanidad y, por supuesto, el uso del español, esa lengua que la Constitución especifica que todos los españoles tienen el deber de conocer y el derecho a usar. Armonicemos, pues, su uso en todo el territorio nacional, y al funcionario, profesor o político que lo impida caiga sobre él todo el peso de la Ley. Y que no nos digan que eso sería un ataque a la lengua propia de su comunidad, porque no lo es, ni que se intenta entorpecer su uso, al que reconocemos todo el derecho, ni mucho menos un castigo por su utilización, así que no se hagan las víctimas, que los únicos que atacan, impiden y castigan la utilización del español son ellos y no a la inversa.
Y si continuamos armonizando bien podríamos hacerlo con los órganos administrativos con los que unas y otras comunidades se han dotado, eliminando todos los que están duplicados con la Administración Central, como es toda la parafernalia que la Generalidad de Cataluña ha montado en el exterior a base de seudo embajadas.
Y ya metidos a armonizar, suprimamos su policía autonómica, o creemos cada uno la nuestra, y dejemos a dos instituciones como Guardia Civil y Policía Nacional para su actuación en toda España en la investigación de los delitos que por su naturaleza y ámbito les fuesen propios, que deberían ser los más importantes, incluidos todos los que afectasen al ámbito político y a sus administraciones.
Y qué decir del PNV. Hay que tener cara dura y poca vergüenza. Ellos, que tienen total autonomía fiscal, no se privan en decir que les parece oportuno realizar la armonización fiscal propuesta por ERC, (lógicamente para que Madrid suba sus impuestos o Cantabria ponga nuevamente el impuesto de sucesiones y así no les haga nadie la competencia). Pues vale, acabemos con la discriminación que supone que una comunidad autónoma española goce en exclusiva de unos pretendidos derechos medievales en un país en el que todos y cada uno de sus territorios tuvieron en su día derechos y privilegios de lo más variado y que en un momento dado fueron, con toda lógica, arrumbados en el baúl de la historia, menos los de ellos, claro.
Así que, como proponía Manuel Ángel Castañeda en su columna dominical del pasado día 13, magnífica como todas las suyas, comencemos la armonización por la que abogan nuestro vecinos vascos eliminando el Concierto Económico y el Fuero Navarro que tan graciosamente se les dio en la Transición y que luego pagaron con su permanente deslealtad. Y ello por no hablar de la desvergüenza que supone intervenir, y muchas veces decidir, en los Presupuestos Generales y en otras muchas leyes, en temas que afectan, salvo a ellos, al resto de los españoles, a pesar de contar tan solo con el 1,677 por ciento de votos sobre el total de los emitidos en toda España.
Por tanto, puestos a armonizar hagámoslo en todo lo que sea importante y para todos, igualando en lo mejor, nunca en lo peor, en lo que de positivo tengan los demás y nunca en lo negativo y, sobre todo, nunca con el exclusivo fin de perjudicar a otros. Y es que si así no fuere es posible que algunos, puestos a armonizar, planteen un día hacer tabla rasa de nuestro sistema autonómico para volver a un sistema centralizado y uniforme para todo el territorio nacional y por ello, aducirían, absolutamente armonizado.
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