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Desde que China comenzó a desbancar, una tras otra, a todas las demás potencias económicas mundiales, ascendiendo meteóricamente hasta desafiar la hegemonía de EE UU, una de las preguntas que más recurrentemente se formulan los analistas geopolíticos es: ¿está destinado el mundo a un ... conflicto bélico entre Estados Unidos y China?
Tal vez la respuesta más sencilla a esta pregunta sea otra pregunta: ¿se puede permitir China una guerra con EE UU? ¿Y EE UU con China? En ambos lados del Pacífico, la reciente escalada de tensión dialéctica parece animar a quienes piensan que un conflicto es inevitable.
Aunque los estadounidenses miren con paranoia el futuro y los chinos tiendan a hacer una lectura paranoica del pasado, lo cierto es que el nivel de interconexión entre ambas potencias es gigantesco y cualquiera de ellas se estaría disparando un tiro en el pie si, en algún momento, las tensiones entre ambos degenerasen en un conflicto armado. China es el mayor tenedor soberano de deuda pública estadounidense. Además, el grado de interrelación comercial entre ambas potencias es total: China es el mayor socio comercial de EE UU (tras la UE), y viceversa. Ambos países están condenados a negociar y entenderse, al menos de momento.
Tal vez sea eso, precisamente, lo que persigue la estrategia de 'decoupling' ('desacople) que proponen los 'halcones' de Washington a raíz del covid-19: generar una mayor independencia económica y comercial con China que permita a EE UU, por un lado, ser más autónomo de Pekín y, por otro, debilitar a China, limitando los daños colaterales en caso de un eventual enfrentamiento armado. En cualquiera de los escenarios, como resultado de esas tendencias proteccionistas y aislacionistas, EE UU va a salir perdiendo tanto o más que China. El ascenso de China es prácticamente imparable, pero en Washington se sabe que la ventana de oportunidad para, al menos, ralentizar el proceso de 'sorpasso' chino, se cierra a marchas forzadas. Históricamente, sabemos que se generan una serie de dinámicas virtuosas cada vez que un país se convierte en primera potencia económica mundial. La capacidad de atracción de inversión y capital humano, tras alcanzar el liderazgo como potencia económica, permite acelerar el proceso que la impulsa a convertirse, a su vez, en primera potencia tecnológica. Una vez se toma la delantera tecnológica global, alcanzar el liderazgo militar resulta mucho más sencillo.
Precisamente, vanguardia tecnológica y militar es lo que China no tiene aún. Aunque tecnológicamente China ha dado pasos agigantados en los últimos 15 años, poniéndose a la cabeza en robótica, inteligencia artificial y capacidad computacional, EE UU le lleva aún una ventaja abrumadora. Pero es en el plano militar donde EE UU, realmente, eclipsa por completo a China. Históricamente, ningún país ha logrado convertirse en primera potencia mundial sin dominar los mares. EE UU no tiene rival en su supremacía aeronaval global, con más de mil bases militares (dos de ellas en España y 200 en Asia oriental) en todo el mundo. Por otro lado, en el plano aeroespacial, centro de gravedad de toda la potencia militar estadounidense (pues de ella dependen las comunicaciones y los sistemas de navegación vía-satélite de los EE UU), el dominio americano también es indiscutible.
¿Y China? Por su parte, China no tiene en su haber una historia de invasiones, colonizaciones e imperialismo expansionista que, en cambio, sí han tenido el resto de las potencias occidentales. China ha mantenido, a lo largo de los siglos, un sistema de 'protectorado tributario' con las naciones de su área de influencia. El resto de sus conflagraciones han sido siempre intestinas, fronterizas o en territorios aledaños de soberanía históricamente disputada. Así, el Gobierno de la actual R. P. China insiste machaconamente en la teoría de su ascenso pacífico; últimamente, además, recalca el concepto de 'rejuvenecimiento' de la nación china -'el sueño de China'-, para explicar su indispensable rearme.
La historia de la Humanidad es una historia de guerras. Estadísticamente, es difícil imaginar que este siglo XXI sea el primero sin guerras. Sea cual sea la estrategia china, si la meta es arrebatar el monopolio del dominio global a los EE UU, estos no van a pasar el testigo pacíficamente. En el adn de los EE UU está la guerra y la defensa de su estilo de vida que consideran irrenunciable y han protegido, incluso, constitucionalmente.
SunTzu, el general chino del siglo VI a. C. que firmó el tratado de estrategia bélica más famoso de la Historia ('El arte de la guerra'), compendia su pensamiento en una reflexión: «La mayor victoria es aquella que se ha logrado sin combatir». Si hay alguien capaz de esperar pacientemente, durante siglos si es preciso, hasta lograr algo, esos son los chinos.
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