La ascensión de la Montaña
EL ENIGMA CANTABRIA ·
La Provincia de Santander permitió a su territorio desarrollar una identidad global más diferenciada, con nuevas comunicaciones, el empuje de la Sidón ibera y la preferencia de los monarcasSecciones
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EL ENIGMA CANTABRIA ·
La Provincia de Santander permitió a su territorio desarrollar una identidad global más diferenciada, con nuevas comunicaciones, el empuje de la Sidón ibera y la preferencia de los monarcasLa creación del mapa provincial liberal de noviembre de 1833, aunque de nombre incluía a la Provincia de Santander como una división de Castilla la Vieja, en realidad significó su descastellanización institucional casi completa, por vez primera desde el origen montañés de Castilla. Esto se ... ha subrayado menos: no hubo ya instituciones 'regionales' de Castilla la Vieja. Los castellanos fueron tan afectados por la centralización liberal como cualquier otro reino histórico español. En 1834 se suprime el Consejo de Castilla, órgano con 450 años de vida. Los únicos residuos institucionales serán los distritos militares, judiciales o universitarios. Declarar Santander provincia 'castellana vieja' no tuvo ya en adelante significación política. Todas las reclamaciones provinciales se harán al Gobierno central.
Como vimos en sábados anteriores, el nombre 'Cantabria' anduvo en disputa durante tres siglos con los vascos. Lo que nunca se discutió fue 'la Montaña': todo el mundo tenía claro quiénes eran en España, donde no escasean las montañas, los verdaderos 'montañeses'. Ya en el 'Quijote' una asturiana dice de su difunto marido: «hidalgo como el rey, porque era montañés». Por ello fenómenos paralelos, como la creación de una provincia 'de Santander' y la recuperación del uso de 'Cantabria', coexistieron armoniosamente con la apelación a lo 'montañés'. Por ejemplo, en un 'Boletín de la Provincia de Santander' de 1834 se hace un llamamiento a los «montañeses» y a la vez se mencionan como «hijos de Cantabria».
La primera guerra carlista activa la ascensión de la Montaña en un ciclo de importancia que no se cierra hasta el final de la época isabelina y que después se retomará en la Restauración, con ondulaciones. Santander es esencial en 1833 para contener una temprana expansión de los ejércitos del pretendiente: la Acción de Vargas, días antes de la proclamación formal de la provincia, revienta la estrategia tradicionalista. Y el triunfo, seis años después, de Espartero en Ramales ('de la Victoria', por eso) marca el éxito final de los liberales. La inutilización de Bilbao como puerto durante la contienda supuso un 'boom' mercantil para Santander, renovado durante la Guerra de Crimea (Europa necesitaba más trigo castellano) y otras europeas o carlistas.
La inauguración en 1866 del Ferrocarril de Isabel II (Santander-Alar del Rey) refleja los esfuerzos de la provincia por articular su territorio (ya en 1845 el famoso ingeniero británico George Stephenson había visitado Santander) y tomar el relevo del Canal de Castilla. Sabemos también que en 1841 la Diputación Provincial había pedido enérgicamente que se le permitiera mejorar la carretera que prolongaba hacia Palencia el Camino de Reinosa. Las redes estatales y provinciales irán evolucionando durante todo el siglo, no siempre al ritmo deseado, pero hacia la década de 1880 el mapa viario está claro y coincide con el actual. El ferrocarril con Asturias y Bilbao completará una comunicación que dio idea de destino colectivo cruzando horizontes castellanos y cantábricos.
Era una provincia liderada por 'harinócratas' y burgueses que comerciaban con Europa y las colonias. Una élite que, junto a apellidos montañeses, recogía desde finales del siglo XVIII a numerosos inmigrantes emprendedores: vascos (Zumelzu, Ybarra, Garmendia, Zuloaga, Cerrajería), palentinos, vallisoletanos y burgaleses (Pombo, Yllera, Polanco, Cuétara, Mazón, Huidobro, Gallo) y asturianos (López-Dóriga, Estrada), además de franceses (Labat). Todo ese movimiento económico experimenta una crisis en torno a 1865, superada con un irregular ciclo de prosperidad hasta el famoso 1898, terminación del imperio ultramarino residual, que da pie a nuevas expansiones: minero-industriales, ganaderas y turísticas.
Estos ciclos inspiraron la metáfora menéndez-pelayista de la 'Sidón ibera', es decir, orgullo por los progresos materiales. El provincialismo se nutre, complementariamente, de una posterior sensación de decadencia. Se percibe en preocupaciones analíticas como las del historiador Rodrigo Amador de los Ríos en 'Santander en España' (1891) o el político republicano federal y periodista Antonio María Coll y Puig, en la edición de 1896 de su 'Guía Consultor e Indicador de Santander y su provincia'. Ya en 1888 se había también celebrado una asamblea por la grave situación de la ganadería. La conciencia provincial, acrecentada por los años prósperos, se agudiza durante los ruinosos.
Fundamental para el provincialismo económico en todo este periodo resultó la figura del indiano. Refleja, por un lado, el arraigo del montañesismo en ultramar; por otro, la importación de capitales y métodos que hacen prosperar la tierruca. Así el Marqués de Comillas, el de Manzanedo y, especialmente, el de Valdecilla con su extraordinaria Casa de Salud, simbolizan un movimiento mucho más amplio: el dividendo de la emigración (y de sus lados oscuros).
Junto a la real o soñada trama (ferro)viaria y la economía, el orgullo provincial se consolidó, en tercer lugar, por la preferencia de los monarcas. Aquí veranearon Isabel II, Amadeo I, Alfonso XII y Alfonso XIII (y ya iba a imitarlo Azaña como presidente de la República). La estancia regia en La Magdalena convirtió a Santander en capital indiscutible del verano e imprimió un sello de distinción. Un cuarto factor de éxito provincial lo constituyó la cultura, que trataré en futura entrega.
Está usted leyendo El Diario Montañés, fundado cuando la Montaña era el corónimo habitual para designar el orgullo de provincia y la conciencia de territorio especial, que se comparaba con Suiza. El 'Himno a la Montaña' del campurriano Juan Guerrero Urreisti (murciano paterno y guipuzcoano materno) subraya en 1926, por encargo de la Diputación, un sentimiento de comunidad. Hoy es, mutatis mutandis, el himno oficial de la autonomía, ese que no nos sabemos. En los valles meridionales llamaban 'la Montaña' solo al territorio de peñas abajo. El estreno del 'Himno' en Reinosa ilustra, pues, el efecto provincial unificador.
Lo montañés identificaba desde al menos Cervantes, coexistía con lo cántabro y no tenía conflicto con 'Santander'. Así José Estrañi en el primer número de 'El Cantábrico' (1895): «¿Y había yo de irme de la Montaña, / que es el rincón más bello de España, / aunque lejos me dieran un Potosí?». O Concha Espina en el primer número de 'La Región' (1924): «¡Dichosa Montaña mía! ¿Quién osará decir en pocas letras lo que tú eres y vales?».
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