Autonomía y economía: 40 años después
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Cantabria ha cedido terreno respecto a la media nacional tanto en producción como en población, empleo y renta per cápitaSaben ustedes que este año se cumple el cuadragésimo aniversario de la aprobación del Estatuto de Autonomía de Cantabria? Puedo equivocarme, pero me temo que muchos no lo saben y no les interesa. No es extraño, entonces, que la efeméride esté pasando desapercibida, sobre todo ... porque las instituciones más directamente relacionadas con el asunto no se implican. Siempre hay, sin embargo, quienes sí lo hacen, y aquí hay que mencionar a la Fundación Matilde de la Torre, que ha organizado toda una serie de actividades en torno a este aniversario; en una de ellas, dedicada a hablar de economía, tuve el honor de ser invitado a participar.
A lo largo de las cuatro últimas décadas la economía de Cantabria ha experimentado múltiples transformaciones, algunas para bien y otras no tanto. Entre las primeras, están los indudables avances registrados en materia de producción (el PIB se ha multiplicado por 6 y el PIB per cápita por 5), población (ha crecido casi un 20%) y empleo (más de 80.000 empleos netos). Esto está bien, muy bien, pero, dado que las demás autonomías y el conjunto del país también han avanzado mucho a lo largo del periodo mencionado, lo que de verdad importa es compararnos con los demás. Parafraseando a la Reina Roja de A través del espejo, «aquí es preciso correr mucho para permanecer en el mismo lugar y para llegar a otro hay que correr el doble más rápido».
Pues bien, ¿cuánto hemos corrido nosotros en las cuatro últimas décadas? ¿Más o menos que el conjunto del país? Para responder a esta pregunta no me parece oportuno comparar dos años concretos, sean estos 1982 (año de aprobación del Estatuto) y 2022 (para el que, lógicamente, no contamos con información), o 1981 y 2021 (porque este último, por la pandemia, es muy atípico). Para eliminar posibles distorsiones de años singulares, como el mencionado 2021, me parece más interesante utilizar, por ejemplo, dos lustros: 1976-1980 con 2016-2020.
Pese a las dificultades existentes para realizar comparaciones temporales, por falta de homogeneidad en las estadísticas básicas, los resultados obtenidos no son nada edificantes para nuestra comunidad. Tanto en producción (medida por el VAB) como en población, empleo y renta per cápita (VAB por habitante), Cantabria ha cedido terreno en relación con el conjunto nacional: por encima del 17% en la primera variable, del 10% en la segunda, del 20% en la tercera, y en torno al 8% en la cuarta. La única mejoría relativa es la que atañe a la productividad, aunque esta sigue siendo inferior a la media nacional y la ganancia se ha producido porque, de nuevo en términos relativos, el empleo cayó más que la producción.
Por otro lado, las estructuras productiva y ocupacional también anotaron cambios relevantes, en general en una dirección acertada, pero con limitaciones importantes. De estar especializados frente al conjunto del país en los sectores primario y secundario, pasamos a estarlo en este último y en la construcción; asimismo, y pese a los avances conseguidos, seguimos con un sector terciario con menos peso que en España y con una industria que, aun estando más especializada que en el pasado, ha perdido mucho músculo: casi 15 puntos porcentuales en producción y más de 10 en empleo.
¿A qué se debe este retroceso relativo? Pues, amén de a factores políticos evidentes (quienes gestionaron la autonomía en los primeros años de su andadura eran todo menos autonomistas), a las deficiencias manifiestas en toda una serie de factores. De acuerdo con el análisis económico, el crecimiento es función de las dotaciones de trabajo y capital, y de la eficiencia con que ambos se emplean. Como lo importante del trabajo es su calidad, lo que llamamos capital humano, al final todo nos lleva a la dotación de los distintos tipos de capital y a la forma en que se usan. Pues bien, aunque en capital humano estamos mejor equipados que la media, lo aprovechamos poco (una parte importante tiene que emigrar) y mal (otra parte desempeña tareas para las que está sobrecualificada). En cuanto al capital público, la dotación por habitante es elevada, pero las deficiencias, sobre todo en materia ferroviaria, son evidentes. En capital tecnológico (cultura digital) estamos por debajo de la media debido, sobre todo, a la reducida inversión en I+D+i. Por último, en materia de capital social, tenemos limitaciones empresariales, de gestión pública y de cooperación público/privada muy notables. Blanco y en botella.
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