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La pasada semana, antes de que las lluvias le echasen una mano a quienes luchaban contra el fuego en nuestros montes, la bahía humeaba. El viento sur introducía por ella las pruebas del desastre y las esparcía por las calles de la ciudad con ráfagas ... violentas. Como es costumbre en días ventosos, las casas señoriales del Muelle abrían la entrada trasera para recibir las visitas –antaño, para deleite de los amantes del chascarrillo, algunos de los carteles que se colocaban en las puertas para advertir tal circunstancia decían que en días de sur los señores recibían por detrás–. Lo cierto es que la ciudad volvía a oler a hoguera, un olor que me hizo recordar su historia, trágicamente unida al fuego.

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eldiariomontanes La bahía