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Imagino que no soy el único un poco escamado en relación con los fondos europeos que la Unión dispuso para combatir el impacto económico del covid-19. Del programa más urgente, el REACT-EU, Cantabria ha recibido una asignación de 96 millones de euros, la ... mitad destinados a la Protonterapia en Valdecilla. Del más amplio programa de recuperación, el Next Generation-EU, a España vienen teóricamente a corresponderle unos 140.000 millones, una mitad en ayudas directas y la otra en préstamos blandos. Dado nuestro peso dentro del país, lo lógico sería fijarse como meta la obtención de unos 1.700 millones de euros, de los que 850 millones serían subvenciones directas. Sumando a esto el REACT-EU, el objetivo mínimo se aproximaría a los 1.800 millones.
Sin embargo, se queda uno desconcertado por los acontecimientos. El retraso en la tramitación de la Protonterapia hace que ya no todo ese proyecto sea susceptible de recibir el REACT. Es más, por el camino el Gobierno Sánchez, tras la donación de Amancio Ortega, impulsa ya la licitación de otros centros similares de alta tecnología. Discutible situación para un proyecto que venía de la legislatura anterior ya. El consejero Rodríguez se ha despedido de Sanidad sugiriendo que los protones están parados en la Consejería de Economía. Esta, a su vez, lanzó hace semanas un aviso a sus propios navegantes del Gobierno sobre la posibilidad de perder fondos de Europa por incumplimientos diversos. Lo preocupante de todo esto es que no son afirmaciones interesadas de la oposición, sino confesiones de los propios gobernantes.
Se produjo también la infausta noticia de que no habría financiación europea para proyectos prioritarios como el área de La Pasiega o el nuevo Museo de Prehistoria (MUPAC). Como llovía sobre mojado, este chaparrón cayó sobre el rechazo de la Comisión Europea a conectar a Cantabria con el corredor ferroviario atlántico.
La inquietud, pues, resulta obligada. ¿Qué vamos a recibir, finalmente, de ese dineral de 1.800 millones que en buena lógica deberíamos captar? Sobre todo, ¿cómo podemos estar en esta conversación cuando se cumplen dos años de pandemia y el fondo NGEU se aprobó en julio de 2020?
Según el portal temático del Gobierno central sobre el plan de recuperación, a 31 de diciembre de 2021 se habían asignado a Cantabria 171 millones. Leyendo los diversos conceptos resulta que bastantes no son para empresas ni hogares, sino para actuaciones de la propia Administración. Es decir, la Cantabria que menos ha sufrido el covid-19 es la que más ha corrido para hacerse con los fondos de la UE. (En cuanto a la sanidad, que sí lo ha sufrido, el propio consejero dimisionario se ha quejado de que no se le quiere dedicar el dinero que verdaderamente necesita). Esto nos indica dos rasgos sospechosos. El primero, que la preocupación de la Cantabria oficial por la Cantabria real es insuficiente. El segundo, que esta carencia de conexión genera un déficit de proyectos privados que estimular. La interacción es pobre, como muestra la gran cantidad de dinero que venía el año pasado para ayudar a las pymes y se tuvo que devolver.
Este fallo no es solo de Cantabria. También pertenece al modo, laberíntico y discrecional, en que los socialistas españoles han decidido gestionar estos fondos europeos. Se suceden por toda España las jornadas de empresarios y expertos clamando contra el caos y la burocracia, advirtiendo del riesgo cierto de que no se cumplan objetivos. Es un fallo también de la Unión Europea, que ha puesto entre dinero y meta tales barricadas funcionariales, que parece que las ayudas no son para quien las necesita, sino para alguien que acecha para robarlas y tiene que demostrar que es un ladrón honrado, como el de Jardiel Poncela. En estas responsabilidades compartidas, los cántabros deberíamos al menos corregir lo que nos toca.
Y hay otro «fondo europeo» del que nadie habla. Las reglas de estabilidad presupuestaria están suspendidas desde 2020 y seguramente lo estarán también en 2023. Y no volverán a ser lo que fueron, porque Alemania tiene que gastar más en zafarse de Rusia. No se puede decir que Cantabria haya aprovechado bien la flexibilidad para incurrir en déficit en su recuperación y transformación. Y uno se pregunta: si no se incurre para salir de una crisis horrorosa y afrontar una épica transformación productiva, ¿para cuándo, entonces? Aquí tenemos políticos que criticaban el agacharse cuando había techo de Bruselas, pero ahora se quedan agachados cuando el techo ha desaparecido y se pueden poner de pie perfectamente. Nuestros fondos andan, pues, muy bajos. El tiempo corre.
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