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Ya ni bastos pintan

El espectáculo de mediocridad es tan triste como vergonzante

Sábado, 17 de octubre 2020, 07:57

Pasaba hace unos días delante de uno de nuestros bares de toda la vida, cantinas y tascas de pueblo, uno de los casi extintos bares-tienda, y junto a la puerta se alineaban en el poyo de roble, a media tarde, un buen número ... de hombres de provecta edad. No era tiempo ni momento de charla ni de tertulia. Era la hora de la partida. De echar la tarde a las cartas. Pero el omnipresente tema también se ha llevado por delante una de nuestras más arraigadas señas de identidad y sociabilidad, la partida. Cada vez podemos hacer menos cosas, por tanto, o bien le echamos imaginación o nuestras opciones cada vez son más sota, caballo y rey. La anécdota es tan baladí como simbólica, pero tiene su enjundia. Porque en la tierra de Heraclio Fournier, como en los naipes, en muchas ocasiones son más los que miran que los que juegan. Y en esta ocasión hay que meter baza si queremos solventar la papeleta.

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