Beibibón y su pensión

En aquellos tiempos venían al mundo en Cantabria cerca de 9.000 criaturas cada año. A partir de 1975 o 1976, este ritmo empezó a bajar hasta que, al concluir el siglo XX, era aproximadamente la mitad. Ahora son ya solo unos 3.300, cerca de un tercio de lo que fue la temporada alta de la historia reproductiva de nuestra región.

Esto significa, para nuestro sistema de pensiones, dos cosas. Primera: que hay una franja de edades con muchos para percibir pensión. Segunda: que se la deben pagar otras franjas, más jóvenes, con menos efectivos (y peores condiciones de aportación, por precariedad laboral).

El ministro Escrivá admitió que no tuvo su día cuando habló de que esta generación de Beibibón debería o asumir un recorte en su pensión o trabajar más tiempo. Se le echó encima hasta su jefe, que tuvo que indultar inesperadamente a un ministro. La rectificación posterior de Escrivá, sin embargo, no despeja todas las inquietudes. Su error quizá fue decir lo que piensa en vez de pensar lo que dice. ¿Cuándo hemos premiado a un político por decir la verdad?

El caso es que Beibibón tiene, en muchos casos, una carrera respetablemente larga de cotización. No parece que ningún partido que implemente esa medida de la reflexión ministerial en voz alta vaya a conseguir un resultado brillante en las urnas. Imagínese usted lo que son 140.000 votantes de Cantabria más sus allegados: medio censo electoral.

Llama la atención lo mucho que se pone el foco en la pensión (gasto) y no en el problema de la cotización (ingreso). Se necesita más gente trabajando (lo que implica más emprendimiento, más formación en las profesiones, más movilidad y más inmigración extranjera) y con mejores salarios (lo que implica más valor añadido de los servicios, esto es, más tecnología y creatividad).