La bolera en la azotea
CANTABRIA POSITIVA ·
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La Espada de Bolívar, el desarrollo de Santander y la posibilidad de una póliza de seguros políticosEl edificio de la Casa de Piedra que hoy alberga la Hacienda autonómica acogía en su creación en el siglo XIX una actividad casi tan temible: una bolera que había hecho instalar en la azotea el indiano Antonino Gutiérrez Solana, constructor de dicho inmueble con ... la fortuna que se había traído huyendo del recién independizado México, que se había tornado antiespañol, como buen novoespañol. Con esas riquezas de allende se fue haciendo el Muelle, hoy paseo del escritor de mi pueblo, aquende. Gracias a la Espada de Bolívar, Santander se convirtió en una ciudad como Dios manda. Al César, lo que es del César.
Claro, algún bolo o, peor, bola podía saltar el límite de la azotea y caer sobre las calles circundantes con riesgo mortal para los transeúntes. Sugiere José Simón Cabarga, en su biografía de Santander, que todo esto pudo ser mera leyenda urbana, pero no estoy tan seguro de ello, pues, si estrenó el rematar los edificios en azotea, pudo querer aprovecharla como zona deportiva.
De este Antonino, que fue senador isabelino, me había estado hablando recientemente uno de nuestros expertos historiadores, al comentar las figuras de la evolución liberal en Santander. Porque los santanderinos de pro fueron liberales avanzados hasta que le vieron las orejas de lobo a la revolución, y entonces cambiaron a conservadores. Gutiérrez Solana fue tío del famoso pintor que ustedes catalogan como quieran, pero yo como expresionista, porque la filosofía del arte es superior a la historia del arte, excepto en cuestiones de peritaciones y dinero, cuando el espíritu se ha ido a dormir ya, como el protagonista de la canción Beim Schlafengehen de Richard Strauss (sobre un poema de Herman Hesse, búsquela en YouTube y se acordará siempre de este día), y solo queda despierta la «auri sacra fames» de Keynes.
Dejo a su criterio si el edificio era más peligroso antes o ahora. Entre la remota probabilidad de que te caiga un bolo de abedul sobre la coronilla y la segura certeza de que la presión fiscal te impide defenderte del IPC, la cosa andará reñida en las compañías de seguros políticos con las que todo ciudadano tiene póliza. Cómo, ¿usted no la tiene? Pues corra, corra...
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