¡Está buenísima!

Lo he comprobado en mi primer año. Sea cual sea la estación del año, haga sol, llueva o granice, siempre hay alguien oriundo de aquí bañándose en El Sardinero o en cualquier otra playa.

La afirmación deja más a cuadros cuando te percatas de que no solo son surferos con neopreno, sino señores y señoras de mediana edad que entran al mar sin complejos, como Fraga en Palomares, y a pecho descubierto, como si nada. A ver, las señoras a pecho cubierto no, que la cántabra y la santanderina, además de elegante es bien fina.

Para un madrileño de secano que le gusta más meterse en piscinas tipo caldo donde al entrar al agua ves lo que pisas, el sentimiento mezcla asombro y preocupación de madre, de esas que no te dejan bañarte hasta que hayas hecho la digestión o de las que siempre echan un par de cazos más al plato porque piensan que fuera de su casa no comes bien.

«¡Pero dónde vas loco, que es enero y está helada!», le digo a algún amigo que es de aquí y se lanza a nadar cualquier día. «¡Anímate anda, que está buenísima!», me replica.

'Buenísima' dice el tío… cuando yo, aunque sea verano, cada vez que meto el pie me parece que me está tocando Frozen la de Disney.

La verdad que me cuesta asimilar la frase «Está buenísima» cuando le preguntas a un bañista cántabro por cómo está el agua. Entiendo que digan que está caliente, fría, muy fría... pero, ¿buenísima? Buenísima estaba Carmen Sevilla en los 60 o Conchita Velasco en los 70, pero el agua de aquí lo que está es ¡completamente gélida!

En fin, que lo de los cántabros y la temperatura del agua del mar es de traca. Y el caso es que yo, si además de estar empadronado quiero presumir de ser uno de ellos, tendré que entrar al agua sonriendo y apretando los dientes para disimular la tiritona. Ahora eso sí, tiene guasa que luego te vas a un bar a pedir un refresco y los tíos te lo ponen sin hielo…