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En busca del arca perdida, o dicho de otra manera, tras la tempestad viene la calma, y este cambio de rumbo de Pedro Sánchez hubiera sido mucho más auténtico si hubiera renunciado a sus poderes en aras de un mandato colegial que rompa las tradiciones ... y la mitificación del ejercicio del poder. Veremos si es realmente esta su intención frente a la reunión que mantiene con la Ejecutiva del partido, ya que aceptamos que no todo debe discutirse públicamente. Pero esta actitud del presidente tiene dos caras, de una parte la cara democrática de buscar apoyos y entregarse a lo que decida el partido. Pero la cara que públicamente se manifiesta es, como todo el mundo sabe, la de la cesión de autoridad para conseguir apoyos de gobierno y mostrarse salvador de la comunidad, sabiendo, o creyendo saber, que la venta del poder le otorga un mérito carismático. Es como decir sin sentido «yo resuelvo este conflicto a mi manera», despreciando cualquier opinión crítica o contraria, en una actitud de 'a toro pasado' que le resta valentía y pundonor, y le arroja en manos de una clara actitud de dejación de funciones gubernativas.
El camino de buscar apoyos es bueno y hubiera sido más democrático si lo hubiera hecho cuando las voces de otros líderes de su partido se alzaron con gran sentido de responsabilidad, buscando un cambio de rumbo en la toma de decisiones. Pero el señor Sánchez pasó de todos y de todo, menos de su inclinación por conservar el poder y alzarse con lo que creyó sería una actitud salvadora de conflictos cuando en realidad los estaba atizando y fomentando. El dicho 'nunca es tarde si la dicha es buena', puede valer y ser apropiado en estos momentos siempre que se adopte la postura de prevalencia del ejercicio del poder gubernativo frente a la segregación, la provocación y el delirio de los mesías opositores y rebeldes. Todos los caminos no conducen a Roma. Pero es hora de rectificar, tomar el timón con mano firme y enderezar el rumbo. Hay cosas para las que el voto no sirve sin hacer dejación de funciones: 'A Dios lo que es de Dios y al César lo que es del César'.
Todo está escrito, pero la vida nos enseña a luchar sin tregua contra el sufrimiento, la opresión y el vandalismo. Esta es una inclinación vital que la naturaleza nos otorga para resistir las inclemencias del acoso, la pendenciera actitud de derribo para sustituir al rival o la revancha justiciera. 'Non plus ultra', pero llego Colón y demostró que sí había más allá, que el género humano puede superar la adversidad, por más que los incrédulos nos combatan con rabia nacida de los complejos de inferioridad, despreciando los méritos de los que encontraron un Nuevo Mundo horrible, donde el poder omnímodo se ejercía sin piedad, donde había ejecuciones sumarias, sacrificios humanos y se exigía sumisión absoluta al poder ejercido por obra y gracia de la divinidad, su entrega al señor de turno, a las mujeres y el sacrificio diario del esclavo. Los españoles nos mezclamos y desarrollamos pueblos enteros que se acogieron a la civilización de aquel presente. Pero otros no se mezclaron, sino que devastaron y eliminaron al rival que peleaba por la posesión y mantenimiento de sus culturas y tierras que poseían ancestralmente, y que al final fueron derrotados y sumidos en reservas. Subvertir el pasado y la civilización de hace 500 años al mundo presente y auparse en el trono justiciero, es anacrónico, injusto y revanchista, denotando un complejo de inferioridad que es enfermizo.
Creo que la solución de los conflictos, en los casos en que no se desarrolle el terrorismo, pasa por una profundización de la democracia eliminando los vastos poderes que, desde el ancestro de la civilización, los gobernantes han tenido, demostrando que el que tiene un galón lo ejerce sin piedad. Ante el terrorismo no queda otra que 'ojo por ojo y diente por diente'. Que nadie se arrogue el papel de haber vencido a ETA, fue la democracia la que venció a ETA y el uso del poder de respuesta de las fuerzas públicas de seguridad, esto es un mérito que nos pertenece a todos por igual. O al menos todos sentimos la inclinación de aplicar la justicia en la forma más eficaz contra el horror más espantoso que hemos padecido, y más el de las víctimas a las que debemos un respeto eterno.
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