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La actual situación del Partido Republicano en EEUU merece contemplarse por el Partido Popular español como un toque de atención. Paso a paso los republicanos se han metido en un callejón sin salida, en la creencia de que el apoyo a la cada vez más ... descabellada trayectoria de Trump les saldría gratis; pero la conservación de los resentidos votos del trumpismo les está obligando a tomar posiciones cada vez más incongruentes con las políticas que verdaderamente defiende el Partido Republicano. Esto puede costarle caro en las elecciones al Congreso el próximo año, las generales del 2024 y las estatales -gobernadores y parlamentarios locales- en el interregno.
Calcularon correctamente que la paranoia estratégica de Trump, que durante toda su vida ha aplicado el principio de que la manera más efectiva de reclamar algo que considera suyo es afirmar que otros se lo han robado, sería rechazada sin contemplaciones por los tribunales y juntas electorales de los estados electoralmente decisivos y, finalmente, por el propio Tribunal Supremo, a pesar de sus inclinaciones o incluso de su militancia republicana. Este cálculo les permitía dar pábulo a las más disparatadas e irracionales teorías conspirativas de Trump, pensando que nunca tendrían que dar cuenta de sus inexistentes consecuencias prácticas ante el electorado, en general, a la vez que se ganaban los votos del trumpismo. Lo que no han calculado bien son las consecuencias no buscadas de echar leña al fuego del trumpismo, que eventualmente puede quemarles a todos ellos. Los republicanos genuinos tienen cada vez más difícil ponerle el cascabel al gato.
Las políticas de Trump siempre provocaron, en privado, las carcajadas de los republicanos de pro, dado que respondían a un posturismo sin verdaderas consecuencias. Puesto que Trump había acopiado tantísimo apoyo, entre tantísimos votantes incapaces de razonar con conocimiento de las realidades políticas, económicas y sociales, era necesario y productivo apoyar las animaladas de su carismático líder. Lo que no han podido evitar es que, así como las instituciones americanas han logrado resistir los embates del trumpismo, el Partido Republicano haya sucumbido a los mismos. Sus dirigentes mimaron a Trump para luego descubrir, con amargura, que llegado el momento de pasar página los votantes han insistido en mantenerse en sus trece.
Tras los sucesos del 6 de enero, los líderes republicanos en el Congreso decidieron que había llegado el momento de soltar amarras y dejar a Trump a la deriva. Este había pasado de los insultos a los hechos, lo cual disparó las alarmas. El propio líder republicano del Senado dio a entender que si había un nuevo 'impeachment' él votaría que Trump era culpable. Pero las consultas a los votantes republicanos contaban otra historia, había un abrumador apoyo a las tesis de Trump. El liderato del partido se encontró ante un obstáculo infranqueable, casi ningún republicano estaba a favor del 'impeachment', mucho menos de considerar a Trump responsable de los acontecimientos. Los primeros en afirmarlo fueron sus propios miembros del Congreso, no solo no iban a pasar página sino que se confesaban representantes del partido de Trump... fuera éste cual fuere. Atribuían a Trump poderes sobrenaturales, era capaz de canalizar los sentimientos nacionales de un modo inasequible al resto de los mortales. Tenía un sexto sentido para despertar la cólera y el resentimiento político de las gentes, un olfato inaudito para canalizar los íntimos sentimientos de sus seguidores, que se escapaba al resto de los políticos.
Como consecuencia, Trump lograba convocar el apoyo multitudinario de los votantes, 75 millones en las últimas elecciones, más que ningún otro candidato republicano en toda su historia, y ello a pesar de sus continuos errores en campaña. El instinto de conservación de los políticos republicanos mantiene a Trump a flote contra viento y marea, contra la propia institución del partido. Hoy, los candidatos republicanos a ocupar puestos de responsabilidad en cualquiera de las instituciones políticas del país, están obligados a peregrinar a su Palacio de la Florida para obtener su bendición, a cambio de comprometerse a defender sus teorías conspirativas. La alternativa es despertar la ira de los trumpistas y poner a prueba su reconocido poder para expulsar del sistema a cualquiera que se interponga en sus ilimitados sentimientos de agravio. El hecho es que Trump continúa prosperando políticamente, sin que el caos y la degradación que provoca parezcan afectarle. Ha sobrevivido sin el apoyo real de la dirigencia, sin experiencia alguna de gobierno, sin expertos que le guarden las espaldas y dirijan su chiringuito. Síntomas inequívocos de una democracia a la que se le rompen todas las costuras.
Como digo, esto debiera ser materia ineludible de reflexión para los dirigentes del PP español. Y, si yo fuera asesor socialista, diría que también del PSOE.
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