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El covid-19 se ha llevado por delante cerca de mil empleos en Cantabria, en un escenario de emergencia sanitaria, económica y social sin precedentes. Frente a esta destrucción generalizada de puestos de trabajo, los mayores de 45 años -los séniores- han sido el ... único grupo de edad para el que se ha generado empleo: un total de 1.800, en términos netos.
Las causas que subyacen son diversas. Junto al factor estadístico -en Cantabria los mayores de 45 ya representan más de la mitad de la población activa- una circunstancia se impone con claridad: los sénior han dado la cara ante la crisis, ocupando posiciones estratégicas en el mercado laboral del coronavirus, que ha demandado profesionales de forma urgente en sectores como el sociosanitario o la logística. En medio de este complejo marco, los séniores han estado ahí para ocupar estas vacantes que resultaba tan complicado cubrir, debido a la incertidumbre y/o temor al contagio. De este modo, se han situado en primera línea del mercado laboral de la pandemia, convirtiéndose en motor indiscutible de recuperación. Hoy lo ponemos de relieve, pero mañana no podemos olvidarlo: se lo debemos a los propios séniores, que han demostrado su talento, sus ganas de trabajar y de aportar a una economía en la que tienen cada vez más protagonismo. Y porque es un asunto de competitividad. ¿Qué futuro van a tener las empresas, las familias y el país en su conjunto si desechamos a la fuerza laboral dominante? La apuesta por el talento sénior es mucho más que garantizar su no exclusión: se trata de reconocerles como agentes estratégicos para el crecimiento y desarrollo, como marca la Agenda 2030.
Ahora que estamos apuntalando la recuperación sanitaria, es el momento de concentrar todos los esfuerzos en el camino más inteligente, para que la crisis económica dure lo menos posible. Y los séniores son parte fundamental del proceso. La primera y obligatoria parada exige desterrar de forma definitiva los prejuicios que siguen lastrando su inclusión laboral. En segundo lugar, hay que poner el foco en esas 'soft skills' que los séniores ven reforzadas: voluntad, esfuerzo, madurez o experiencia.
Este cambio de visión exige la acción coordinada entre empresas y administración pública, a través de políticas activas de empleo, colaboración público-privada e impulso de estrategias de diversidad e inclusión. Porque el talento sénior es un asunto de Estado y uno de los grandes retos del siglo XXI. Y porque los séniores no son parte de una época de cambios, sino grandes protagonistas de un cambio de época en la que nos guste o no van a ser la fuerza laboral sobresaliente.
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