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Este inicio de año ha sido un total y absoluto desastre económico que dibuja un panorama de grave incertidumbre para Cantabria. Los datos de paro, PIB, licitaciones, superávit en las cuentas públicas y la voz de alarma dada por la propia consejera de Economía sobre ... el fiasco en la gestión de los fondos europeos desmontan el optimismo de un Gobierno incapaz de generar las condiciones necesarias para que esta región crezca y cree empleo al mismo ritmo que el conjunto del país.
Si sumamos a todo ello un termómetro empresarial bajo mínimos y el segundo toque de atención de CEOE al Gobierno para que se ponga las pilas, la conclusión es una: no despegaremos si la coalición PRC-PSOE no da un giro de 180 grados a sus políticas y a su manera de hacer las cosas.
El primer desastre llegó con una EPA lamentable que sitúa a Cantabria como la región española que menos empleo generó y menos redujo el paro en 2021, un suspenso total en la asignatura más importante de cualquier Gobierno, que es dar oportunidades a los ciudadanos para desarrollar una vida laboral y profesional digna.
En coherencia con la debilidad de nuestro mercado laboral, llegó el segundo: seguimos a la cola del crecimiento económico de España, según la Airef, que pronostica que el PIB de Cantabria será el segundo que menos crecerá en términos interanuales en el cuarto trimestre de 2021, más de dos puntos por debajo del conjunto nacional. Y es lógico, muy lógico, que quien menos invierte es quien menos crece y menos empleo y confianza genera.
Según la patronal Seopan, la licitación oficial de la autonomía cayó un 13% en 2021 en comparación con el año 2019, antes de la pandemia. Con más fondos que nunca y más necesidad de inversión que nunca, el Gobierno de Miguel Ángel Revilla licitó menos obras e hizo menos cosas que antes del covid.
Pese a la gran necesidad de activar el gasto publico inversor, a 30 de noviembre, el Gobierno de Cantabria computaba un superávit en sus cuentas de 202 millones de euros.
En pleno bluf del PIB y del desempleo, Revilla estaba dejando de gastar más de 200 millones de euros que representan un punto y medio del PIB regional, una cifra enorme de dinero público que la autonomía tiene en la hucha mientras los autónomos, las pymes y las familias se ahogan. Más de 37.000 parados en la calle y 200 millones de euros en el cajón. ¡Sencillamente brutal!
Y llueve sobre mojado en esto de no emplear el dinero que se tiene, como los 25 millones de ayudas a pymes que la Consejería de Industria ha devuelto a Madrid porque ha sido incapaz de articular los expedientes con las empresas, un auténtico disparate. Las estadísticas son totalmente concordantes porque todas reflejan lo mismo: el martirio de Cantabria a manos de una coalición de incompetentes.
Hay otros indicadores económicos que deberían preocuparnos, pero, sobre todo, nos preocupa y mucho la desconfianza y el cansancio de quienes invierten y crean empleo en la región, que son nuestros empresarios.
La conclusión de todo esto es evidente para quien no se empeñe en meter la cabeza en tierra como el avestruz: el constante desorden, los incumplimientos reiterados de inversiones, la sistemática apuesta por el gasto improductivo, las subidas de impuestos y la falta de reivindicación real convierten a una comunidad autónoma que podría ser de las más prósperas de España, en una región en declive relativo que nunca ve cumplidas las promesas de mejora.
La coalición PRC-PSOE, el abrazo de Revilla a Sánchez, es una piedra de molino atada al cuello de Cantabria que se hunde cada vez más y pierde el tren de la recuperación.
Esta fórmula no funciona. Cada día que pasa, son más los problemas sin resolver y más las personas que continúan esperando alguna solución propia de quienes les gobiernan.
El Gobierno autonómico tiene que corregir el rumbo, rectificar su política y atender nuestra alternativa económica, pero, sobre todo, tiene que gobernar. Nosotros no tiramos la toalla y seguiremos dando la batalla por las personas y por la economía.
Es imprescindible activar el crecimiento económico y la creación de empleo mediante el impulso combinado de la inversión pública y una reforma fiscal para bajar impuestos, del mismo modo que urge eliminar las trabas burocráticas que martirizan a nuestras empresas y abordar una simplificación normativa para que la inversión privada remonte.
La receta está clara: Cantabria tiene que dejar de ser un entorno hostil para la vida empresarial, porque sin empresas no hay empleo ni habrá recuperación.
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