Otro capítulo de la memoria histórica
La historia nos enseña que los populismos derivan hacia la dictadura y que los sueños de los grandes líderes desembocan en sistemas tiránicos
Manuel Ángel Castañeda
Domingo, 23 de agosto 2020, 07:43
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Manuel Ángel Castañeda
Domingo, 23 de agosto 2020, 07:43
El primero de abril de 1939, el general Franco daba por concluida la guerra civil española, un negro episodio de nuestra historia. Un enfrentamiento en el que la Alemania nazi apoyó a los sublevados contra el gobierno de la república y la Unión Soviética prestó ... armas y asesores al ejército republicano. Las dos grandes y sangrientas ideologías del siglo XX ensayaron en España lo que, meses más tarde, sería la II Guerra Mundial.
Pocos meses después, el 23 de agosto de ese mismo año, con los rescoldos de la guerra civil española aun calientes, la política europea daba un volatín inverosímil: el ministro de exteriores del III Reich, Ribbentrop, firmaba con su homologo ruso, Molotov, un acuerdo de no agresión y alianza. Ocho días más tarde, las tropas de Hitler invadían Polonia y los soldados rusos abrían el frente oriental para repartirse Polonia. Con ese acto se activó un conflicto que costó millones de vidas y una destrucción sin precedentes.
Fascistas y comunistas se unieron para conquistar Europa y repartirse el botín. De ese capítulo de la historia apenas si aparecen unos renglones en la revisión realizada en el presente. Los partidos comunistas activos en las democracias europeas se unieron sumisamente –salvo raras excepciones– a las consignas de Moscú y alentaron el pacifismo como doctrina para desmovilizar a los ejércitos británicos, franceses, belgas y holandeses. Stalin y Hitler trazaron el mapa futuro de una Europa que hubiera quedado bajo la dictadura de los dos grandes totalitarismos.
El partido comunista galo convocó manifestaciones en las grandes ciudades francesas, para evitar que los jóvenes fueran enrolados en el ejército que se enfrentaba a las tropas de Hitler. Un factor de peso en el hundimiento de las tropas anglofrancesas en pocas semanas fue, sin duda, la acción de los comunistas franceses que, siguiendo la doctrina de Moscú, facilitaron el veloz avance de la Wehrmacht.
La historia nos enseña que los populismos derivan hacia la dictadura y que los sueños de los grandes líderes como Hitler, Stalin o Mussolini desembocan en sistemas tiránicos. Del pasado se deben extraer enseñanzas que eviten repetir errores. Una de las conclusiones del pacto firmado hace ochenta y un años por los ministros de dos grandes tiranías, es que siempre se debe mantener un criterio propio, al margen de corrientes en auge y malentendidas fidelidades partidarias. La sumisión del pueblo alemán ante las piruetas ideológicas de Hitler y de los comunistas europeos, aceptando las tesis contradictorias de Stalin, tienen ahora una misma lectura en el mapa político español: quienes renuncian a sus principios para llegar al poder no deben tener el apoyo de los ciudadanos, porque modificar, de manera sustancial, los principios no es otra cosa que una forma de engaño para el votante, que acude a las urnas con una idea de como quiere se gobierne el país.
Cuando se recuerda la crueldad de la II Guerra Mundial no debe ocultarse que el detonador fue el pacto Molotov/Ribbentrop que permitió la invasión de Polonia y, en consecuencia, el inicio del conflicto armado. Reivindicar la historia es una tarea necesaria. Y en la revisión aséptica y rigurosa de lo ocurrido se esconden consejos para afrontar el presente. Pero tener en mente el pretérito debe hacerse de una manera omnicomprensiva, estudiando todo lo sucedido, no sólamente una parte. No es adecuado fijarse únicamente en una parte del pasado y, mucho menos, descontextualizar los hechos.
Quienes deliran con marchas de antorchas y esvásticas deben recordar a Hitler pactando con Stalin y los que aun saludan con el puño en alto, tener presente que ayudaron a los nazis a abastecerse para luchar contra las democracias. La ayuda de los comunistas a las tropas del eje en la súbita e inesperada caída de los ejércitos aliados en Europa en el verano de 1940, es un hecho incuestionable.
El sistema democrático ha demostrado que es el mejor entre los posibles y quienes tratan de erosionarlo, para después destruirlo, no deben encontrar apoyo entre los demócratas. Basta con asomarse a los países con gobiernos totalitarios como Cuba, Venezuela, Irán, Arabia Saudita y a otros que mantienen a sus dirigentes lustros y lustros en el poder, para ver que la doctrina que aplican no funciona. No crea riqueza para los ciudadanos y no permite las libertades individuales. En Europa debemos trabajar para evitar situaciones como las que condujeron a la II Guerra Mundial y avanzar en la dirección de una Europa mas unida, que tienda a un estatus político y legislativo similar a los Estados Unidos de América. Esta efeméride de los ochenta y un años de la firma del pacto entre Stalin y Hitler es una percha excelente en la que colgar una reflexión acerca del riesgo de los líderes mesiánicos y de quienes engañan con falsas promesas. Las soluciones residen en el la cultura del trabajo, en la austeridad y en la aplicación de las leyes aprobadas democráticamente. El populismo no resolverá nuestros problemas.
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