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La correlación entre la densidad de población y el número de muertos por coronavirus es ocho veces mayor que el haber tomado medidas preventivas unas semanas antes. Pero los animales que se alimentan de carne corrompida -seres muertos por los que ya nada puede hacerse- ... ese dato nunca lo mencionan. Los políticos carroñeros manipulan cínicamente la querencia morbosa que, entre otras varias, anida en el alma de las gentes; con objeto de llevar a cabo sus propios fines, que poco tienen que ver con los intereses de los así excitados. la grandeza que caracterizó los primeros lustros de la política democrática, ha ido cediendo el paso a aspectos carroñeros de la misma sumiendo en la noche oscura del alma cualquier intento de generosidad, nobleza, dignidad, honor...
Es carroñero pedirle cuentas al gobierno sobre los muertos por coronavirus no contabilizados, dado que ello para nada contribuye a la toma de futuras decisiones. Es carroñero llorar por la leche derramada en las compras iniciales de test y mascarillas, debido a errores explicables por la urgencia y la competencia entre países, que en nada ayuda a solventar los problemas críticos actuales. Es carroñero formular preguntas capciosas sobre medidas que, de haber estado la oposición en el gobierno, hubiera aplicado igualmente; incluso más cínico si, de haber estado, hubiera aplicado otras más penosas para el ciudadano de a pie (por ejemplo, restricción de medidas sociales) y más beneficiosas para determinados grupos de interés. Es carroñero insinuar que Sánchez está instaurando un gobierno autoritario para convertir en permanentes medidas excepcionales, cuando el presidente ha afirmado con gran énfasis que se desmontarán al final de la crisis; insinuación hecha sin otra base que la presunción y el juicio de intenciones. Es carroñero preguntar al presidente si va a pedir el rescate a Bruselas cuando, si llegase el caso, será porque el remedio (nuevo austericidio) sería insufrible tras la experiencia de 2010-2012. ¿En qué se diferencia lo que hace el gobierno de lo que hacen en Italia, Francia e Inglaterra?
El problema es que en cuestiones de Estado, como sin duda lo es una pandemia, el gobierno necesita la connivencia si no el apoyo de la oposición para poder tomar medidas -difíciles por impopulares- sin que ello sea utilizado para desgastarlo. Por ejemplo, afirmando que el gobierno está tomando medidas sin consultarlos, cuando en realidad es la oposición quien ha forzado tal actitud al negarle el mínimo de cooperación imprescindible. De hecho, la oposición define 'consulta' como la aceptación sin condiciones de sus propuestas para, a continuación, arrogarse todo el mérito; es decir, para gobernar en lugar del gobierno rindiéndole inútil.
Convierten así los problemas políticos más serios, en menudencias que echarse a la cara. Política de minucias donde la injerencia, la intriga y el engaño han sustituido el análisis y la crítica constructiva; degradando las relaciones a base de injurias e infamias, haciendo la atmósfera irrespirable. Recuerda esto la situación previa a la guerra civil de 1936, se habló entonces de 'dialéctica de los puños y las pistolas'. Como la actual es una guerra fría no hay pistolas, pero la dinámica es la misma: cainismo puro y duro. El obvio objetivo es la demolición del gobierno, sin preocuparse de que la nave del Estado pueda estrellarse contra las rocas. El chantaje, la extorsión, la amenaza y la mentira como armas para lograr su empeño. Si ésta ha sido la tónica dominante durante el periodo de alerta, uno se pregunta aterrado qué ocurrirá durante el periodo de desconfinamiento, cuando la cooperación activa es aún más necesaria para evitar que, por miedo a ser culpado de las consecuencias, el gobierno no se atreva a llegar hasta donde sea necesario.
La actitud del PP, frente a la propuesta de crear una comisión de reconstrucción de la economía y el tejido social, es toda una declaración de intenciones: 'Vade retro' ante cualquier pacto. En su lugar, lo que Casado plantea sería -a efectos prácticos- una comisión de investigación con la insana intención de condenar taxativamente la actuación del Gobierno. Y ver si, con suerte, se provocan unas elecciones anticipadas. Aznar dando la bienvenida al nuevo PP, más de lo mismo que el viejo.
Pero tampoco están claras las verdaderas intenciones de Sánchez al hacer una propuesta que, sabe de antemano, será rechazada por un PP en modo de «acoso y derribo»; con unos independentistas, en el otro extremo, que lo último que se les ocurriría es ofrecer una tabla de salvación al gobierno central. Si su intención es poner ambas posiciones en evidencia, con objeto de aparecer como un líder centrado merecedor de ocho años más de presidencia, puede salirle el tiro por la culata. Con Iglesias como socio de gobierno, Sánchez da muchas facilidades a la oposición para hacer que aparezca descentrado. Otra cosa es que se hubieren coaligado con Ciudadanos, no hace cien días sino hace un año, cuando Ciudadanos sumaba. Sánchez podría caer en la vieja trampa a la que los políticos son tan proclives: pelear la última guerra, ya pasada, en lugar de la presente.
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