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Corría el año 1656 cuando las religiosas, clarisas coletinas, ocupan el convento de Santa Cruz en la calle Alta, siendo expulsadas por la desamortización de Mendizábal en 1835. Tres años más tarde se decide instalar allí la Fábrica de Tabacos. En 1945 se estableció como ... Tabacalera y duraría hasta 2002, cuando se traslada a Entrambasaguas como Altadis.
Este año se conmemoran los 200 años de Tabacalera y la Asociación Red de Patrimonio Industrial de Cantabria organiza unas jornadas en las que pone en relieve la importancia que tuvo esta fábrica en Santander a lo largo de su historia.
En esos años, Tabacalera llegó a ser la industria más importante de Santander empleando en 1850 a 1.065 personas, en su mayoría mujeres, y llegando en 1892 a ser más de 1.450 para una población de 50.000 habitantes, lo que da una idea de la importancia de esta empresa.
Al comienzo de la industria del tabaco en España, los trabajadores eran en su mayoría hombres. Poco a poco, la mujer fue sustituyendo la mano de obra de estos por ser más eficaces, rápidas y delicadas en la elaboración de los cigarros que sustituyeron al tabaco en polvo.
Primero se las llamó, 'elaborantes', para, más tarde, otorgarles el honorable título de cigarreras, el cual, hoy en día, exhiben con orgullo y satisfacción.
Sus comienzos en el mundo laboral, no fue tarea fácil. Las condiciones de trabajo eran muy duras. Largas jornadas en un ambiente muy contaminante de polvo, nicotina y efluvios al liar el tabaco, acarreaban problemas respiratorios y de vista, llegando en algunos casos a la ceguera. La mujer, y más en aquellos tiempos, tenía que atender las labores de la casa y cuidar de los hijos sin permitirse ni siquiera el 'lujo' de enfermar.
Esta situación, tan compartidamente fatigosa, propició que las cigarreras se organizaran para ayudarse unas a otras como si de una hermandad se tratara. Cuenta doña Emilia Pardo Bazán, en su libro 'La Tribuna', que «la autogestión era lo suyo. Unas guisaban y otras barrían y en cada taller había lectoras de noticias. Si alguna enfermaba, las demás abonaban el tiempo perdido. Crearon escuelas, guarderías y salas de lactancia dentro de las fábricas. Fundaron la Hermandad de Socorro Mutuo y fueron pioneras en la conciliación laboral.
En Santander, como en toda España, las cigarreras fueron muy reivindicativas a la hora de defender sus derechos siendo las primeras en afiliarse a los sindicatos y no dudando en salir a la calle cuando correspondía demostrando su solidaridad. Su salario, por encima de la media, les proporcionó una independencia personal que, en algunos casos, originaría conflictos con los maridos.
Aunque la mayoría del personal eran mujeres, los hombres, en general, eran los que ocupaban los puestos más relevantes en la jerarquía de mandos, aún bien entrados los noventa. Se repartía tabaco entre los empleados que solo podían ellos fumar en la fábrica. Ellas lo hacían a escondidas en los baños exponiéndose a ser castigadas con cambios de departamento. Su sentido de la solidaridad contribuyó decididamente a defender sus derechos y mantenerse unidas en sus reivindicaciones laborales.
Se podría decir que la calle Alta era suya. Su presencia, a la hora del descanso, llenaba con sus batas azules la entrada de la fábrica, lo que en ocasiones llevaba a evitar pasar delante de ellas y que su 'descaro' te hiciera agachar la cabeza y apretar el paso.
La, cada vez, más intensa llegada de maquinaría y el traslado de la fábrica a Entrambasaguas, supuso, prácticamente, la extinción de esta noble estirpe de mujeres luchadoras cuyos relatos, sin duda, merecen formar parte del patrimonio inmaterial de Cantabria para el conocimiento de futuras generaciones.
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