Secciones
Servicios
Destacamos
Quisiera hacer huir de mi pensar aquella España de mediados del siglo XX que tan bien representaba Bardem o, sobre todo, Berlanga. Aquella en la que se reflejaba impactante la miseria y lo miserable en fundición. Era una copia genial del neorrealismo italiano predecesor, que ... nació allí después de la II Guerra Mundial, con Roberto Rossellini, Luchino Visconti, Vittorio de Sica o Michelangelo Antonioni, que contaba el resultado de la hambruna y el hacinamiento en que vivían aquellas familias que salían de la sinrazón del conflicto bélico entre ropa interior colgada y niños mocosos por doquier. Sucedía en un blanco y negro agresor que exigía ir al cine con un buen pañuelo para los respingos, dado que escurrían la realidad como si fuere una toalla mojada goteando sentimiento.
Fue una época brillante del celuloide y opaca de la vida, muy bien reflejada por aquellos geniales cineastas. Eran directores, actores y actrices magníficos que en nuestro país, a hurtadillas, eludían la censura y convertían a apuestos actores y bellísimas actrices, enseñando lo justo, en auténticos iconos de la época, con sus rostros pegados a las carpetas de los jóvenes inquietos de aquel tiempo.
Cualquiera de los directores del momento podría haber sido el autor de una repetida y celebrada expresión apócrifa que se puso en boca de mucha gente en la llegada de la democracia: «Es verdad, colaboré con el franquismo, pero tienen que saber que todos mis orgasmos eran fingidos», decían, queriendo buscar con sorna y cierta cobardía consuelo para disculpar un colaboracionismo inevitable, desde luego imprescindible y no tan sacrificado como contaron, añado.
La base de tales filmes, sus argumentos, fueron los éxitos literarios del momento, muchos de ellos obras maestras de grandes autores de la generación del 98 o del 27. En todos ellos aparecía el costumbrismo de la época con sus amores y desamores y muchas veces los abusos de poder o los embarazos adolescentes que obligaban a interpretaciones dramáticas exhaustivas, que tuvieron un gran éxito.
Los tiempos fueron cambiando y obviamente fueron también cambiando los temas y las modas en el cine y, sobre todo, las obras literarias que probablemente con menor altura en la pluma abordaron la realidad a través de un argumentario nuevo, ya propio de otra sociedad, que se fue gestando al calor de una vida acomodada y de un confortable estado del bienestar.
De aquella hambruna y exigente comportamiento social del momento, en el que imperaba la familia numerosa con un respeto paterno no siempre merecido y la esclavitud materna, siempre inmerecida, que dejaba poco resquicio al jolgorio o al divertimento, se pasó a otro tipo de vida mucho más agitada, bien pasada por una coctelera de abundancia, oportunidades, comodidad y cierto hastío, que originó una sociedad nueva que dejó las armas y la pólvora en el siglo pasado, pero que fue dejando también grandes y fundamentales valores sin casi percibirlo. Surgió además con fuerza inusitada un arma poderosa agresora o benefactora, según se mire, y muy extendida como son las redes sociales. Solo ellas, ahora ayudadas por este virus maldito que nos invade, son capaces de haber cambiado los comportamientos sociales hasta tal límite que uno no sabe en qué terminará todo esto.
A veces pienso que estamos acomodando la cabeza debajo de la cuchilla de la guillotina al observar la fractura social y generacional con lo mejor de nosotros mismos, nuestros jóvenes, convertidos en insensibles, fiesteros y poco soñadores, que han perdido el respeto y, sobre todo, la sensatez a medida que han ido perdiendo oportunidades y fueron engrosando las cifras del paro. Muchachos que solo se encuentran a gusto en la calle con un vaso en la mano rebosando vino malo de supermercado o licores falsificados, además de inconsciencia y voz algodonosa y gritona, que les transporta a grandes resacas de culpabilidad.
Eso es lo que tenemos y requiere urgente una película de largometraje que está por rodar mientras buscamos grandes directores que sean capaces de conducir a los jóvenes hasta la sensatez y las oportunidades y fabricar para ellos grandes apuestas que acaben con el inconformismo y el abatimiento. Se necesitan entonces políticos avezados y competentes que ejecuten proyectos de vida para ellos, ayudados por todos nosotros para rodar una película que evite el paro del 50% en los jóvenes, haciendo lo imposible, porque si el rodaje fuera en una cinta que reflejase ese paro y que el otro 50%, después de esforzarse en su formación y el estudio, solo puedan alcanzar como máximo un salario mileurista, uno llega a entender a la perfección los botellones y el tentetieso.
Dejémoslo todo y pongámonos con energía al rodaje de una nueva y sin par película de la vida modificando las cosas, luchando por ellos con políticas adecuadas y pasemos al celuloide que recupere valores de unidad, patriotismo, familia, esfuerzo y oportunidades. Busquemos financiación y amor hacia esta generación y dejemos subvención y crítica, rodemos 'Esperanza y Futuro', una nueva película para nuestros jóvenes y recomencemos: claqueta, cámara, acción...
¿Ya eres suscriptor/a? Inicia sesión
Publicidad
Publicidad
Te puede interesar
Publicidad
Publicidad
Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.
Reporta un error en esta noticia
Comentar es una ventaja exclusiva para suscriptores
¿Ya eres suscriptor?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.