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Este virus nos ha cambiado el paso a todos, a cada uno en menor o mayor medida, y no será nada fácil desandar lo recorrido en algunos aspectos. Muchos son los sacrificios individuales y colectivos que todos hemos asumido por el bien común. Ahora ... bien, con la excusa del bichillo, algunos han visto la puerta abierta de par en par para que traguemos con todo. Y sin necesidad de letra pequeña. Ya habían enseñado la patita, y aunque se les veía venir desde hacía tiempo y desde lejos, el virus ha sido la coartada perfecta para poner tierra de por medio y mantener al ciudadano alejado, pero bien atornillado.
Tele es un étimo griego que nunca hasta ahora había triunfado tanto. Enamora tanto a grandes entidades como a nuestros emporios gubernamentales, disfrazado ahora bajo el anglicismo 'online', mucho más snob. «Señora no se acerque al banco a por su dinero, hágalo 'online', que nosotros ya le cobraremos las comisiones por nada y sin preocupaciones por su parte. Manolo, no venga usted al médico, que es mucho mejor el telediagnóstico, por teléfono le recetamos de mil amores. Jennifer dile a tu madre que no puede venir al instituto, cualquier contacto con los profesores tendrá que ser por teléfono, y extraescolares, vade retro». Y suma y sigue.
Como la memoria es floja y flaquea, no recordamos que quien nos salvó cuando la cosa se puso fea fue María José, la tendera de la esquina. Pero estamos a punto de tatuarnos el logotipo de Amazon, que junto con Telepincho son los únicos que llaman al timbre. Cualquier gestión administrativa es 'online', es decir, un maremágnum digital que se requiere en ocasiones tener el mismo ADN de Bill Gates para rellenar correctamente el formulario. Eso, si no se pierde en el ciberespacio. Asistimos como meros telespectadores, mientras nos desmontan lo logrado a fuerza de sudor y lágrimas con la excusa del virus, que no justifica la tropelía al ciudadano.
Las empresas se han refugiado en la teleasistencia, donde hay mucho de tele y poco de asistencia. Dicen que el teletrabajo ha venido para quedarse, y en muchos casos puede que así sea. En otros muchos, del ERTE al ERE no hay más que una letra y de ahí para casa. Lo presencial está en busca y captura. La coletilla virtual aparece en todo, hasta el punto de hablar del internet de las cosas. Me temo que sin las personas. Nunca más hiperconectados, nunca más solos. Siempre me dijeron que había que compartir, que era de buenas personas. Ahora si se te ocurre compartir el diccionario o las tijeras con el compañero suena una alarma en la dirección y entran por la ventana los Geo, o el consejero de Sanidad. Como siga esto así estoy pensando en hacerme insumiso.
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