Los coches de Corral

De Alberto de Corral Alonso de la Puente (Briviesca, 27.VIII.1861- Santander, 21-II-1942) habría que escribir una biografía, si es que no se ha escrito ya. Su arrolladora personalidad bien lo merece. En boceto, ya está en el artículo «Alberto de Corral, ... un ingeniero polifacético», de José Ramón Saiz. De imprescindible lectura. En 1898, el año del desastre colonial, el burgalés afincado en Santander adquiere su primer automóvil; primero que llevó la matrícula de Santander, S-1, y cuarto de los matriculados en España. Un Benz, alemán, de seis caballos de fuerza efectiva. Provisto de llantas macizas de goma, se guiaba con una palanca y tenía el motor bajo el pescante con un solo cilindro horizontal del tamaño de una chistera. Con tres velocidades, podía alcanzar de 3 a 4, 6 a 8 y de 12 a 28 kilómetros por hora. Con contenida ironía, Saiz apunta que «cuando salía por las carreteras de la provincia, dejaba sin bencina a todas las farmacias de los pueblos». En suma, una pasada de coche, para aquella época. Y no fue el único. El avispado y emprendedor ingeniero tuvo al menos tres coches más, hablando sólo de los históricos. Suyo fue, también, el S-11, un Peugeot descubierto, ya con neumáticos, en el que estuvo a punto de perder la vida en Zarauz, al regresar de recogerlo en Irún, quedándole secuelas perennes. Y el S-21, en el que llevó a bautizar a su hijo Santiago (futuro presidente de Nueva Montaña Quijano). Y el S-141, un sport de seis cilindros, el primero de este tipo que circuló en España. En definitiva, Corral fue un adelantado de la automoción. De quien justo es recordar que desarrolló, como ingeniero, el ferrocarril al Sardinero por el túnel de Tetuán a La Cañía, a requerimiento de Arturo Pombo, segundo marqués de Casa Pombo.