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«Sin que me pongan miedo el yelo y el fuego», decía Cervantes en precioso castellano antiguo sobre el amor, «el arco y las flechas del amor tirano», añadía. Forma tan bella de describirlo, que casi sorprende al hacerlo en verso, nuestro padre de ... las letras en prosa. Esa reflexión valiente y ciega que decide sobre el amor deberíamos trasladarlo a lo mejor de nosotros cuando queramos defender España y nuestra lengua, ambas en un momento difícil, pero con tal fortaleza que tan solo será un sueño pasajero, olvidado, cuando pase algún tiempo, como en tantas ocasiones difíciles de nuestra historia. No tengamos miedo entonces a la expresión del amor patriota. Es que ha costado mucho construirlo y hay quien no se entera del esfuerzo, sobre todo del esfuerzo generacional, también el reciente; los grandes saltos forzados que hemos tenido que dar hasta llegar a la Transición generosa.
Desde mi almena y desde el pequeño resquicio que me deja el mirar y ver, el escuchar y oír, desde hace ya bastantes años -siempre son bastantes los años- miro hacia atrás y nadie que se pare a pensarlo con honestidad puede discutir lo que costó y lo que representa todavía esa época. No se quedan solo ahí, en esos años con los que Juan Carlos I, Suárez, Calvo Sotelo, Felipe González, Fraga o Carrillo con otros muchos, y el pueblo, dieron lecciones de transigencia y amor sin igual, mientras los jóvenes observaban/observábamos discutiendo con ilusión y con trabajo. Mas, no miren solo ahí, háganlo hacia atrás también y atraviesen la historia. Comprobarán que no fue fácil el esfuerzo de entenderse a la gente que había vivido la guerra y pasado hambre -siempre se pasa hambre de muchas cosas en una guerra se gane o se pierda-, que un esfuerzo fue ingente, máximo. No era la primera vez que se producía y se repitió una y otra vez machaconamente con otros nombres a lo largo de mas de 500 años llegando hasta esta ribera. Para que ahora vengan estos mentecatos, ¿es insulto?, porque si lo es, dejo la expresión traducida a «persona con poco juicio», que así de rica es nuestra lengua, y lo retiro para no situarme a la altura de los puigdelmonte que nos insultan a diario. Más que idealistas son aprovechados, que es mucho peor aunque no lo parezca, y desde luego, sediciosos/malversadores como quedó demostrado.
Pero volvamos a lo generacional y los filtros de tensiones que se tuvieron que pasar para llegar hasta aquí, dando saltos en la historia. Imaginen por un momento, el esfuerzo que tuvo que costar haber perdido influencia desde la Edad Media y el Renacimiento y repasar la historia una vez más con calma para comprobar las grandes tensiones que originaron las pérdidas coloniales goteadas. Disfrutarán de nuevo con grandes alegrías y se estremecerán con las grandes derrotas. Podrán comprobar lo profundo de nuestras miserias y como a la vez que las padecíamos se hacían cosas, se hacia «Patria» indisoluble, que a mi me gusta escribirlo con mayúsculas, lo saben, porque me repito al decir que nadie tiene derecho a esa palabra en propiedad porque es muy antigua y de sentimiento.
Así, entenderemos mejor como el filtro generacional fue recogiendo actitudes y aptitudes hasta llegar a nuestros días, que es el periodo de más progreso y estabilidad de nuestra historia y que no salió barato. Se dice machaconamente, no hay que mirar atrás, pero claro que hay que mirar para ver la diferencia de lo que hay con lo que hubo, echen un vistazo a los nombres que mencionamos arriba y convendrán conmigo otras de las verdades: hay una enorme diferencia entre los que nos gobernaban con los que nos gobiernan y a peor, muy a peor. También en nuestra casa, miren a Cantabria querida en el antes y comparen varios ejemplos de los que ya desgraciadamente no nos acompañan para que nadie de los que afortunadamente están puedan sentirse no citados.
Rafael de la Sierra: Bonhomía, destreza política y categoría profesional y personal.
Alfredo P. Rubalcaba: Agilidad mental, le incluyo porque participó en la política local más de lo que quiso que pareciera.
Jaime Blanco: Sentido de estado, me queda el recuerdo de conversación larga en biblioteca, qué bueno encontrar políticos en bibliotecas.
Juan Hormaechea: Singular e irrepetible, vorágine de hacer cosas, muchas cosas con grandes ideas y fuerza irrefrenable, a veces rompiendo platos, también con defectos, pero le recordará la historia con mimo, que se lo merece y será indulgente porque ¿cómo no va ser notable un dirigente que en las fotografías que con gran éxito nos recobró nuestro querido diario del papel con su característica sonrisa y acariciando animales, aunque probablemente falten gestos mas duros que no venían al caso ese día. Animales y sonrisa son una garantía.
Algún día deberemos hablar de aquellas tertulias de mesa y mantel en casa de alguien a las que asistió un joven catedrático que escuchaba atónito a Juan Hormaechea o Alfonso Osorio o Pancho Pérez o Marino Fernández Fontecha o Segundo López Vélez nada menos. ¿Encuentran alguna pequeña diferencia con los de hoy? Ni color.
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