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Cuando se ponen muchos puntos finales seguidos, acaban siendo puntos suspensivos. Los primeros son la puerta de la nada; los segundos, del infinito. Pues bien, llevo tantos intentos para poner punto final a las reflexiones sobre los 40 años de autonomía de Cantabria, que creo ... se están transformando en puntos suspensivos... Ya que no fue posible que Justo de las Cuevas me transmitiera en vida algo de su conocimiento como padre de la criatura, quizá sea posible una tarea más modesta: ser informado por una nueva mirada a las circunstancias de aquel orto.
En sus recuerdos sobre la revolución en Francia de 1848, anotando cómo inesperadamente los banquetes políticos desembocaron en un cambio de régimen, Alexis de Tocqueville reflexiona: «Hay que haber vivido mucho tiempo en medio de los partidos y en el torbellino mismo donde se mueven, para comprender hasta qué punto los hombres se empujan mutuamente más allá de sus propios designios y cómo el destino de este mundo marcha por el efecto, pero a menudo a contracorriente, de las voluntades que lo producen, como la cometa que se mueve por la acción opuesta del viento y de la cuerda». Así la trayectoria histórica es una cometa.
¿No lo cree así? El 1 de febrero de 1982, Justo de las Cuevas y su equipo de UCD podían brindar por la entrada en vigor del Estatuto de Autonomía para Cantabria. El mayor porcentaje de mérito de tal acontecimiento era suyo: gentes de gobierno, urdidores de convicción en los menos convencidos, regionalistas de todo menos de nombre. Los nombres decisivos eran el número uno provincial centrista, Justo de las Cuevas, y el célebre alcalde de Santander, Juan Hormaechea. No que fueron causa suficiente de la autonomía, pero sí que sin ellos la autonomía habría resultado imposible, al menos durante unos años. Pero he aquí que, cuando se disponían De las Cuevas y Leandro Valle a comandar la nueva Diputación Regional de Cantabria (uno guiando su asamblea, otro su gobierno), una defección interna, en alianza con los socialistas, dio no solo al traste con estos planes, eligiendo presidente a José Antonio Rodríguez (anterior presidente de la provincial y a quien ya se había hecho una masiva cena de despedida), sino que provocó una crisis muy profunda en UCD, que se fue deteriorando y en octubre de ese año, dentro de una pleamar felipista de coeficiente récord, el partido se hundió. Aunque algunas figuras se recolocaron a izquierda o derecha, según sus simpatías, el conjunto de los más destacados dirigentes ucedistas abandonó. Es decir, entre el éxito de una vida política y el mutis apenas transcurrieron nueve meses.
A su vez, los coaligados contra la dirigencia de UCD poco disfrutaron de su gozo antes de penar en su pozo. Las elecciones autonómicas, un año después, desalojaron a muchos de las instituciones. Y aunque José Antonio Rodríguez obtuvo mayoría absoluta al frente de Coalición Popular, resistió malamente dos años las tensiones internas y dimitió. A su vez, algunos de los que las provocaban quedaron descabalados en 1987, cuando Hormaechea tomó el mando. Y este, habiendo triunfado como alcalde, halló su némesis como presidente, sufriendo una moción de censura en 1990 y siendo inhabilitado en la mismísima jornada electoral de 1995.
De modo parecido a como los pequeños mamíferos sobrevivieron al asteroide que destruyó a los grandes dinosaurios, políticos más modestos, minoritarios o más jóvenes salieron adelante tras la lluvia de asteroides que se produjo entre 1982 y 1995 y se llevó a los grandes animales políticos de la transición en Cantabria. Algunas especies de arañas, anfibios y falsos escorpiones se comen a sus progenitores ('matrifagia'). La autonomía cántabra se los fue merendando a todos en trece años de crisis, sin casi tiempos muertos: cuatro presidentes y un protopresidente; innumerables consejeros; presidentes y portavoces parlamentarios; directivos de organizaciones políticas. Hasta que llegó a la presidencia José Martínez Sieso, era complicado distinguir entre la sección de política y la de sucesos.
Ahora la autonomía podría ser devorada por sus hijos: las clases políticas y funcionariales que hacen que la ejecución de las inversiones en Cantabria a 30 de junio sea inferior a la de la misma fecha de 2015, aunque ahora el presupuesto para inversiones es casi el doble que entonces (la ejecución era allí un 31%, ahora es de un 15%), o que complican la vida a los inversores, o que piden del ciudadano más de lo razonable, o que se enredan con los trámites. ¿No tiene ya mucho hilo la cometa de Tocqueville?
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