Confinamiento creativo

La peste negra siguió azotando de forma recurrente a Europa durante siglos, y en 1665 arrasó la ciudad de Londres, causando la muerte a más de 70.000 personas. Los colegios y las universidades cerraron, y todo el que pudo se retiró a vivir al campo.

Uno de ellos fue el joven Isaac Newton, que a sus 22 años acababa de graduarse en Cambridge y ya empezaba a destacar en el campo de las matemáticas bajo la dirección de Isaac Barrow. Al cerrar la universidad se retiró a Woolsthorpe, su casa natal, donde habría de pasar los dos años siguientes.

En aquel ambiente rural, alejado de los círculos académicos, Newton, contando con su mente, su propio cuerpo, un agujero en una persiana y un pequeño prisma de vidrio, realizó un trabajo prodigioso. Sentó las bases de la mecánica clásica, desarrolló la ley de inverso del cuadrado de la distancia en gravitación, y comenzó sus trabajos en óptica con varios experimentos, entre ellos uno ciertamente peligroso que le ayudó a ahondar en la teoría de los colores. Además, en el terreno de las matemáticas terminó de depurar su método de los fluxiones, que ahora conocemos como cálculo diferencial.

En su confinamiento de Woolsthorpe, Newton vió caer una manzana al suelo y se preguntó por qué no caía también la Luna. Aprovechemos nosotros este confinamiento para hacernos preguntas, hagamos que se convierta en un caldo de cultivo para nuestra creatividad.