El contagio comunitario

Paso a la calle Cádiz, con cómodas terrazas y agradablemente situadas. La imagen se repite, aquí con el añadido de un grupo de jóvenes que parece que está de celebración. Sigo hacia el Centro Botín y me cruzo con una señora de mediana edad con un cigarro en la mano, y con la mascarilla en sotabarba, no sé si va fumando o no. Sigo y en el espacio cercano al Centro Botín un señor juega con un perro, que realiza sus funciones fisiológicas en libertad, y su dueño le grita sin mascarilla, queriendo reprimirle.

Me sitúo en la orilla del mar, y los ciclistas y cicloturistas no se dan cuenta de las señales de 'peatón', así como del límite de velocidad, algo que existe en todo el recorrido y que nadie respeta, pasando los cicloturistas a gran velocidad, exhalando vaharadas y sudor, amén de gritando cuando circulan más de uno.

Estoy en la terraza, cerca del Palacete del embarcadero, cuyo diseño convivencial es equivalente al descrito, y termino en el espigón del puerto del Club Marítimo, donde un adulto juega sin limitación ni observación de norma alguna, con un perro; éstos se han erigido en protagonistas de nuestra convivencia, por lo que su número ha crecido de forma exponencial.

Me pregunto entonces si este ambiente no supone el preámbulo de la enorme tensión que se vive en los hospitales, que sufren una gran presión a nivel de hospitalización y de las UCI. La situación es de enorme gravedad, y los fallecimientos crecen, lenta y diariamente.