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Ya advertimos aquí en alguna ocasión que el incremento del peso de las inversiones en investigación, desarrollo e innovación (I+D) sobre la economía en general había experimentado en 2020, año durísimo del covid, un verdadero espejismo. Aunque en términos de euros el gasto de I+D ... había subido poco, al hundirse el producto interior bruto resultó que se disparaba el indicador típico, que es el gasto en I+D como porcentaje de la economía total. En 2021, esto por fuerza había de corregirse: aunque subiera mucho el gasto de investigación (y lo ha hecho gracias a los fondos Next Generation de la Unión Europea), la recuperación de la actividad productiva global no permitiría un gran avance del índice de I+D. Así ha sido y a pesar de un incremento de casi 1.500 millones de euros el año pasado, el porcentaje apenas ha pasado del 1,41% del PIB a un 1,43%. El objetivo de un 2,12% en 2027 proclamado por la estrategia española de ciencia e innovación se antoja imposible, a decir de expertos como la Fundación Cotec: tendría que darse un aumento anual de más del 12% en el gasto en este concepto. Las cejas se nos pegan al techo.
Para Cantabria la estadística de 2021 resulta agridulce. Por una parte, es una de las autonomías donde más creció la inversión en I+D en términos absolutos, cerca de un 11%, en el grupo de las cinco o seis destacadas. Por otro, es una de las pocas que aún no ha recuperado el nivel previo a la Gran Recesión. Es decir, no la crisis del covid, sino la crisis financiera de 2008. Aún están por debajo de aquel nivel La Rioja, Asturias, Cantabria, Extremadura y Andalucía, por este orden. Tanto en gasto como en empleo, nuestra comunidad se sitúa un 11% por debajo de aquel punto, mientras que todas las demás regiones se hallan por encima en alguno de los dos conceptos, o en los dos a la vez, como Castilla y León, País Vasco y Galicia. O la propia España en su conjunto.
Esto significa no solo que se produjo un frenazo importante con la debacle económica de entonces, sino también que los esfuerzos de los últimos diez años son en Cantabria claramente insuficientes, sea diga lo que se diga en el plano de la retórica. De poco nos sirve sacar pecho algún año aislado si, cuando se echa la vista atrás, nos encontramos precisamente en el furgón de los 'irrecuperados'. La región debe plantearse esto muy seriamente, ya que hay un efecto de transmisión entre el conocimiento y la cantidad y calidad de la vida empresarial innovadora, que a su vez es la fuente solidaria de la cantidad y calidad de la vida laboral.
El INE estima que el total de sectores públicos y privados cántabros invirtieron en I+D el año pasado algo más de 133 millones de euros, que suponen tan solo un 0,8% de la suma nacional, bastante por debajo del peso de nuestro PIB, y únicamente acarrean un 0,9% de los profesionales españoles dedicados a estos trabajos. Nuestra sociedad, pues, sigue sin sobreponerse.
A la espera del dato de la Contabilidad Regional de España, la estimación del instituto cántabro para el PIB de 2021 nos lleva a calcular el porcentaje de I+D en un 0,95%, lo que no solamente es menor que el (artificialmente inflado, como hemos expuesto) 1,41% del año 2020, sino que sería también el índice más bajo desde 2017. Desaparecido el efecto estético-matemático del hundimiento de la economía hace dos años, volvemos a la oscilación en torno al 1%. Esto ya no nos hablaría únicamente de una coyuntura, sino de unos ciertos impedimentos estructurales, que sería preciso acometer. Evidentemente el Pctcan está sin ampliar aún, y el llamado parque 'tecnológico' de Torrelavega no tiene concluido su eterno PSIR, por no mencionar además que el campus de aquella ciudad pide más actividad de I+D, que históricamente se llegó a plantear pero no alcanzó a sustanciarse. Las propuestas para inducir más investigación en espacios de oportunidad en la Residencia, en Las Llamas, en La Remonta no han sido hasta ahora muy lucidas. Así van pasando los años. Hay una nueva ley nacional de ciencia y se espera pronto una regional. Pero ninguna ley puede sustituir el compromiso de una sociedad y de sus gobernantes con el conocimiento como clave del porvenir. El clásico de todos los planes de I+D es que se incumplen por una razón u otra y quedan muy lejos de sus anuncios. Y como pretender que los ciclos de la economía se han terminado sería manifiestamente antisociológico, no son los boletines oficiales, sino los sentimientos oficiosos, 'opinión pública', la sola garantía.
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