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En mi amor desmesurado por Granada (razones mil) siempre ocupó un lugar destacado Washington Irving, hispanista de pro de principios del XIX cuando la literatura norteamericana aún no ofrecía nada de particular. Se puede decir que fue el primer hombre de letras americano y ... por lo tanto llevó a la América, todavía virgen, su cariño hacia Granada y España (también hacia Inglaterra), que tanto bien hizo a nuestro baqueteado país en aquella época.
Hoy tiene mucho sentido su recuerdo por dos grandes razones derivadas de su larga estancia en nuestra hermosa ciudad andaluza: a) su 'Vida y obras de Cristóbal Colón', nuestro gran navegante y descubridor (naciera donde naciera) zaherido estos días en su memoria por ignorantes resentidos 'aprovechacircunstancias', y b) sus 'Cuentos de la Alhambra', tan hermosos e influidos por su amigo inglés y monstruo sagrado de la novela romántica anglosajona Sir Walter Scott. Puro amor a España y puro romanticismo desplegado que al volver a su país, «a las orillas del Hudson» como él decía, cantó y ensalzó nuestras virtudes que no eran muchas en aquel momento. Por cierto, el mismo río Hudson «emborrachado de aceite» que más tarde observaría Lorca en 'Poeta en Nueva York'. Nada más sublime. Nadie más granadino.
Pero, ¡a lo que vamos! Vamos a contar un cuento tal 'La casa del guerrero de los vientos', de Washington Irving, cuando una crecida del Darro, bajo La Alhambra, ahogó en el Albaicín a los guerreros musulmanes de armaduras de plata en medio de una epidemia.
Y nosotros saliendo de esta pandemia por coronavirus covid-19. ¿Podremos salvarnos en la crecida de la deuda? «Qui lo sa». Ignoramos nuestra verdadera estatura hasta que no nos pongamos de pie y todavía estamos empezando a levantarnos. De leyendas y cuentos hablamos entonces, ¿qué les parece?:
-'Cuentos de La Magdalena'
-Capítulo I: 'La costera del bonito-euro'.
-Comienza la costera del euro tan bonito, con cupo todavía en discusión. España sacudida por la pandemia marcha a pescar a Europa, a Bruselas para ser exactos. Una Europa escéptica, inmersa como siempre en su mar de dudas, en su división norte-sur y en su desconfianza mientras acuña billetes toda apurada.
En nuestra querida nación, mientras tanto, se arreglan las redes, se pintan los barcos, se despide a la mujer y a los niños y también a los amigos restañando heridas porque empieza el lío..., hay que ir en busca de un banco 'de pescar' europeo.
El Gobierno, tan de coalición desarbolada y un punto ingenuo (quién lo diría), con su presidente 'felizmoncloa' a la cabeza, que con el yo como ideología ('El yo y la propia vida'. Luis Goytisolo) ya está en el abra. Se marcha para allá con todo en la carpeta y con esperanzas. Mientras tanto, nuestro Gobierno regional prepara sus aparejos, su diputado y su lista de gastos coronavirus pagados y gastos y previsiones futuras. Todo en una carpeta en manos de nuestro presidente mediático y peleón que, a codazos con las demás autonomías, marcha a Madrid dejando a Urkullu y sus gentes vascogastantes en la carretera. Todo según previsión ¡y a la costera! No sé por qué, pero viene a mi cabeza un siglo atrás cuando se acudía desde La Magdalena y con el aval del Rey. Tiempos aquellos.
Por otro lado, el Gobierno local de cada uno de nuestros 102 ayuntamientos celebrando plenos online, virtuales (los plenos municipales casi siempre son virtuales en lo del dinero) para determinar los gastos: geles, mascarillas, dependencia, renta básica, más cosas, carpetas... Y a Peña Herbosa a la costera.
Parece llegado el momento entonces de lo material («despreciar lo sensible, buscar lo inteligible». Platón) y de olvidar las pasiones que mueven a los personajes homéricos, los celos de Otelo, o los remordimientos de Raskolnikov y centrarse en el puro y duro dinero. Fin de este cuento y comienzo de otro:
-Capítulo II: 'Esperanza Vana':
-Una buena parte de la sociedad, y sobre todo la derecha en su parte más extrema y el centro derecha en su parte más ingenua, al observar un Gobierno socialista-populista-comunista gastón, abriga una esperanza vana interpretando un silogismo: Europa presta dinero -imposible de pagar-, caos ('El esplendor del caos'. Eduardo Lourenço), y en plena convulsión social Europa nos envía a los hombres de negro que toman el mando y así evitamos al señor Iglesias y su afán recaudador/demoledor/destructor y en un ratito volvemos nosotros... Craso error, incauta reflexión y fin del cuento.
Ya de vuelta a la realidad entonces, sin cuentos, tendremos que enfrentarnos a las consecuencias devastadoras de la pandemia y a la crecida de la deuda con nuestras armas, las de siempre, las de los 500 años y ya nosotros con nuestra soberanía nos apañaremos para entendernos aunque fuere con arte abstracto: la abstracción es como una habitación a oscuras donde todo aparece al presionar un botón. Nosotros tendremos a nuestro Rey, a nuestra historia, a nuestros hombres y mujeres aún confusos y a nuestra determinación al pulsarlo fuerte. ¿Cómo va a salvarnos Europa si no se organizó en una pandemia ni para hacer un protocolo común en su defensa? ¡Qué ingenuidad! Como si no hubiera que devolver con intereses (los que fueren) lo bien y lo malgastado. Tendremos que salvarnos nosotros con nuestra unión, que no existe; y recuperarlo con nuestro progreso, que no existe; y recuperarlo con nuestro dinero, que no existe; y recuperarlo y gastarlo bien, con nuestro empleo, que no existe; y recuperarlo. Tendremos que recuperarlo todo con nuestro orgullo, nuestro esfuerzo, nuestra cultura y nuestra cultura del esfuerzo.
No pensemos en la subvención porque adormece. Pensemos sin embargo en una ciudad bien urbanizada y con buenas infraestructuras y potencial llamada España porque esto de Europa es un aburrimiento, siempre igual, pero menos mal que «cuando te aburres siempre buscas algo nuevo» ('Pura belleza'. Baldessari. California).
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