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El cine me ha acompañado durante toda mi vida. Fue la red social de nuestra generación, los que ahora llaman 'boomers'. Gracias al cine salíamos del barrio y de alguna manera conectábamos con el resto del mundo, con sus modas y costumbres. En este sentido, ... por supuesto que era cultura y en ocasiones un arte que te dejaba boquiabierto. También el cine español, que por ser nuestra cultura y nuestro arte debemos proteger y apoyar. Cuando yo era un niño ir al cine era algo extraordinario. Tengo grabadas en mi memoria muchas de las películas que vi entonces. Toda la experiencia era un acontecimiento: las colas, el cine repleto, las butacas incómodas y en ocasiones con mala visión... Pero cuando se apagaba la luz tu corazón vibraba de emoción. Sin embargo, yo tengo una tara, un defecto que me impide disfrutar al máximo del cine: los monstruos, los zombis, los superhéroes, las fantasías que no respetan las leyes de la física, lo que ni ha existido ni existirá. Si sale un dragón en pantalla, me imagino a un tío con un panel verde detrás luchando contra la nada, y el resultado es que no mira bien al dragón y me parece todo falso e impostado. Sé que es fantasía, pero a mí no me engancha. Ni niños magos ni animales psicópatas ni gente que va andando en naves espaciales donde no hay gravedad. Nada. No me importa que la trama sea del todo inverosímil siempre que sea factible; por ejemplo, Tarantino, Fincher o Scorsese, pero en el momento que sale una criatura 3D o de goma hablando, adiós. Tampoco me agradan los que zanjan siempre con lo de «es mejor el libro». Pero es que tienen razón. El libro lo aguanta todo. Cuando tu imaginación dirige todo es perfecto.
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