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Cuatro meses

Miércoles, 29 de noviembre 2023, 07:09

El 21 de marzo de este año, yo estaba sentado en el sofá de mi casa. Solo. Acababa de entrar la primavera, el sol lucía con júbilo, y mi esperanza de vida rondaba los ochenta años. Entonces recibí una llamada, de la que solo recuerdo ... palabras sueltas: buenos días; electromiografía; esclerosis lateral amiotrófica... Luego un silencio. —¿ELA?— pregunté yo como un idiota. —Sí— respondió la voz al otro lado. Luego musitó algo más, que me derivaba a neurología o algo así, se despidió y colgó. De golpe, mi esperanza de vida se redujo en casi treinta años. Ríete de las caídas bursátiles. Mi sensación en ese momento fue una mezcla de vértigo, caída al abismo y terror. Y soledad. Allí no hubo apoyo psicológico. No hubo una explicación tranquilizadora, ni siquiera una palmadita en la espalda. Con tu pan te lo comas. Días más tarde, la médica de Atención Primaria me pidió cita con psiquiatría/psicología. Me dieron cita cuatro meses después. Recuerdo que, llegado el momento, pasados los cuatro meses, la psicóloga me preguntó si había pensado alguna vez en el suicidio. Claro que piensas en ello. Desde el primer momento debes elegir el camino: o te tiras del tren en marcha o sigues. Yo tuve claro que iba a seguir, por muchos motivos. Y si sigues, tienes que ir con todo. Pero ese camino ya lo había andado, con mi gente, y la ayuda de la asociación —gracias, CanELA—, así que la psicóloga dictaminó que yo no necesitaba tratamiento. Entonces pensé en la pregunta del suicidio. Y en los cuatro meses. Y en la soledad y el dolor mudo que se siente cuando tienes los pies en el precipicio, por cualquier motivo. Un dolor que se puede identificar. Y tratar. Yo tuve suerte: no estuve solo. Cuatro meses.

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