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Los que vivimos la década de los ochenta del siglo pasado aún recordamos el clima de euforia tecnológica que se respiraba. Aparecieron los primeros ordenadores, los vídeos vhs y beta para ver películas, había robots penosos, con los walkman oías música en casete, se inventaron ... los primeros teléfonos móviles, y hasta había un reloj con un pequeño televisor. Pues con toda esta morralla electrónica, que fallaba a todas horas y siempre en el peor momento, lo flipábamos tanto que nos inventábamos un futuro glorioso donde lo de trabajar iba a ser un atraso, y el ser humano se convertiría en un ser libre de enfermedades con una vida ociosa, en la que habría coches voladores, energías limpias y robots para todo.
Nadie albergaba ninguna duda sobre ello, incluso se hacían películas sobre el tema. Parecía cosa hecha, pero no llegó, no me digan por qué, pero no llegó esa utopía. Luego apareció internet y, como el ser humano es entusiasta por naturaleza, volvimos a creer en un mundo nuevo. Las expectativas fueron más moderadas, eso sí, porque todavía estaba reciente la decepción anterior. Internet está presente en casi todas las profesiones, pero como una herramienta que ayuda a todos, y que no hace el trabajo de nadie, que eso sería la verdadera revolución.
Y ahora nos dicen que la IA o inteligencia artificial lo va a petar mucho. Woody Allen decía que si el ser humano tuviera dos cerebros haría el doble de tonterías. Pero si me dicen que con la IA llega otra revolución, pues vale: os lo compro. Pero ya que os veo tan motivados con el tema, yo le diría a los señores de la IA: ¿por qué no empezáis por las enfermedades graves o incurables? Porque os veo dispersos, y creo que no necesitamos más chorradas.
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