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Se conoce como 'g' el término «inteligencia general» (Charles Spearman 1863-1945) o correlación entre diversas aptitudes intelectuales. Si 'g' existe o es un artificio estadístico ha sido un debate abierto desde entonces hasta nuestros días. ¿Estaría 'g' en un lugar concreto del cerebro distinto ... de los lugares encargados de trabajar en tareas intelectuales específicas?
Se sabe que se encuentra en muchas zonas del cerebro a la vez, aquellas en las que se desarrollan tareas lingüísticas, visuales, auditivas, matemáticas..., y también se sabe que nuestro cerebro utiliza las zonas parietales y frontales para multitud de procesos cognitivos y estos lugares específicos están llenos de neuronas. Pero, ¿existe además un lugar 'g' de acción/conexión interneuronal teniendo en cuenta que las neuronas no son nada si no están entrelazadas/conectadas? (Golgi-Cajal. 'Estructura del sistema nervioso'. Nobel compartido. 1906).
Es fácil pensar entonces que existe, en un lugar clave cerebral, un ordenador central poderoso y capaz que reúna, aglutine y seleccione todo lo que llega.
Hace unos 10 años, el Instituto de Tecnología de California determinó que las conexiones entre todas esas neuronas parietales y frontales que constituyen parte de la llamada sustancia blanca cerebral (no de la sustancia gris) son las principales responsables de que unos individuos sean más inteligentes que otros (me resisto a decir «individuas», espero que lo entiendan).
Lo que esos resultados indicaron es que la «inteligencia general», la inteligencia que se requiere para cualquier tipo de tarea, surge de la integración de una gran cantidad de información de todo tipo.
No es de extrañar, por lo tanto, que de entre todas las áreas cerebrales implicadas haya habido una que ha destacado especialmente por encima de las demás en cuanto a su grado de contribución a 'g'. Se trata del área 10 del mapa clásico citoarquitectónico cerebral de Brodmann, una pequeña porción situada en el extremo más frontal de nuestro cerebro, lo que correspondería literal y físicamente con nuestro «dos dedos de frente».
Curiosamente, esta pequeña región del cerebro que durante muchos años ha sido considerada un área «silente», es decir, innecesaria, resulta ser ahora reconocida como una de las más importantes para distinguir lo que nos hace humanos.
Nuestro apelativo distinguido de «sapiens» le debe mucho al área 10. «Datos como estos habrían hecho sin duda las delicias de Darwin en su tiempo» (Martin Loeches).
Espero disculpen esta pequeña descripción anatómica y rezo para que no haya sido tan aburrida como parece, pero no supe explicar sin un poco de descripción el terreno que pisamos al pensar, al razonar, al discurrir, al dilucidar.... Es decir, al actuar con inteligencia suficiente que nos lleva a concluir que los «dos dedos de frente» son imprescindibles para que los exijamos a nuestro alrededor. Son los que explican lo sensato, el sentido común, del que tanto se carece muchas veces y que tan necesario es siempre y especialmente en estos tiempos de, llamémosle, «conflicto víricosocial».
Apelando a él, a lo equilibrado, miedo me da el momento que vivimos abducidos y con la esperanza vana, en mi opinión, de que Europa nos va a resolver el problema y que todo se recuperará y volverá en poco tiempo... Y no es verdad. Ni Europa ni la vacuna, que tardará, nos resolverán el conflicto como repito machaconamente cada vez que puedo.
Es tal el grado de afectación duradera que solo con hacer país podrá resolverse, solo con esfuerzo solidario, solo con encontrar fórmulas conjuntas... Y si no... catacrak. Y no es fácil, resulta que 17 carros autonómicos tiran casi siempre en sentidos divergentes y nada generosos, mientras seguimos infectándonos, nuestros jóvenes divertidos y resignados y nuestros gobernantes definiendo todavía lo que es «hombre de Estado» o peleando por comprobar quién es más progresista, mientras se quiere nombrar a dedo a los jueces o se va en globo aerostático... y nuestros viejos muriendo todavía en las residencias.
Como si el progreso con sus pasitos yenka (alante/atrás) fuera patrimonio de la política y se consiguiera gracias a ellos y no a nosotros. Como si no estuviera lleno de obstáculos que provocan los lógicos tropezones de realidad que nos concede la vida para que no nos durmamos ni nos desmandemos como puede suceder ahora mismo.
Grandes tropiezos han originado después grandes líos en otras épocas y este es un periodo confuso y pintiparado para la convulsión, ahora sanitaria, ya económica, después social y vaya usted a saber, con el progreso detenido mientras se lucha con mascarilla.
Además, como es bien sabido, el progreso no es igual para todos, no es igual para todas las personas ni igual para todos los países: es progreso que los habitantes de la tribu de los Karayyuu en Etiopía hayan promovido con esfuerzo pasteurizar la leche de camella y es progreso, asimismo, la perfección del Big Data o la generalización del 5G en Occidente. Eso es fácil de entender, pero ¿es progreso y buenas intenciones en medio de la pandemia discutir en el Congreso de los Diputados una ley de eutanasia o la adecuación de la ley del aborto para rebajar la edad del necesario consentimiento paterno de la menor? ¿ Es eso progreso?
Los ciudadanos no deberíamos consentir que se discuta sobre eso, pero de hacerlo por aquello de la parte blandita de lo democráticamente correcto, ¿cómo hacerlo ahora? ¿Cómo discutir sobre muerte en medio de una infestación vírica que provoca muerte solo porque alguna ministra se cree formando parte de un gesto heroico tal 'La libertad guiando al pueblo', de Delacroix (1830. Museo del Louvre) y se necesiten sus votos?
Debe de ser difícil defender la vida en un estrado luchando esforzadamente y con buena intención con epis, mascarillas, uvis, psicólogos para las víctimas, protocolos, confinamientos... Y a la vez, en el mismo estrado, con el mismo vasito de agua, defender la muerte. Tengan ustedes, los del vasito de agua, los «dos dedos de frente» que se le supone al tener la confianza de los ciudadanos y con una 'g' al menos normalita denle carpetazo a tales temas y hablen allí del bollo y no del rollo (menos rollo y más manteca al bollo).
Porque, ante un momento en el que se dedican los esfuerzos a criticar la Monarquía, colar la eutanasia y modificar la ley del aborto mientras sufre la gente en estado de nervios y estamos abocados a una crisis de incontroladas consecuencias, solo se puede ¡exclamar! en este caso una homofonía de indignación: «manda Karayyuu». ¡Y no va de política!
«Los españoles son como niños, solo lloran cuando les quitan la suciedad» (Carlos III).
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