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Nuestra sociedad debería de tratar al anciano, al relacionarse con él, con delicadeza y no siempre lo hace. Días atrás, a propósito de la ley de eutanasia, comentábamos que nos parecía indecoroso, preocupante y evidente no sólo su carácter ideológico, también el hecho ... de que su aprobación se hiciera durante el estado de alarma con el acompañamiento obsceno de los aplausos hasta hacerse daño en las manos de algunos grupos parlamentarios. Como si no hubiera temas más importantes que resolver para tener que llevar al Congreso de los Diputados algo tan sensible en este momento en el que tantas familias sienten la muerte tan cercana, que solo pensar en facilitarla o inducirla, estremece.
Al hombre y a la mujer de edad avanzada debería de tratárseles con el respeto ganado. «No se coge la copa de vino de forma que se caliente el contenido». Hay que pensar más en el «estar aquí» en este mundo y no tanto en salir de él. Y, a los mayores, si no se les trata adecuadamente y se calientan como el buen vino viejo, ya sea Rioja, Ribera del Duero o del Languedoc francés, pueden pasar de la enfaditis que a veces les caracteriza -ven muy bien la realidad- a la pelea directamente, y son millones de votos. Están en un «tris tras» de hacerlo.
Es que la vida ofrece cosas todavía al anciano y no es su estímulo el Sintron o el Omeprazol aderezado con toques de Termalgin o con el Ibuprofeno como droga dura. Afortunadamente le quedan argumentos de vida que se derivan del cumplimiento de las premisas de lo respetable: edad, que la tienen; dignidad, que la tienen y gobierno, que se les niega muchas veces pese a que lo ejercitan cuando hace falta.
Si se llega a viejo y se tienen cosas en la estantería: hijos, amigos, familia, comprensión, atención y respeto, lo demás importa poco. Así deslizan sus últimos años, pasito a pasito, revisando sus cosas, apoyando e irradiando amor, con la satisfacción del deber cumplido y, a veces, con la frustración de haberse dejado algo. Y más tarde marchar en silencio cerrando bien y despacio la puerta y dejando detrás de ella equipaje mejor que el que les dejaron. Pero desde luego, pocas veces bailando tipo Imserso o cantando tipo taberna como se les muestra repetidamente desde hoteles 'low-cost'.
Es común el concepto equivocado de que el anciano en esta nueva sociedad, un tanto hostil y pasota, tiene como obstaculo mayor en el día a día el manejo de las nuevas tecnologías y eso es una interpretación errónea y pueril de la realidad. La verdad es que generalmente les trae sin cuidado el uso de la informática y prescinden fácil de ella. Con hacer un par de fotos y saber enviarlas o recibirlas tienen bastante. Es más, miran con pena como los jóvenes dilapidan tiempo, que es su mayor fortuna, delante de una pantalla durante largas horas olvidando la conversación o la mirada del de enfrente y los ven como idiotas malgastando su mejor tesoro.
Sin embargo, sí tiene el viejo un problema principal que le hace daño, las colas, que son su mayor obstáculo, su pequeño reto diario.
Hoy día hay que hacer cola para todo, incluso para coger un número de turno para hacer cola y es todo un desafío a ciertas edades ya que les traen malos recuerdos de la posguerra y no poco esfuerzo físico que preferirían reservar para gastar mejor.
Ya que se legisla fácil en este Estado alarmado en el que nos encontramos, podría legislarse una preferencia en las colas valorando la edad, porque dejarlo en manos de la educación, la urbanidad, la sensibilidad, la comprensión, la compasión o el respeto desgraciadamente no funciona.
En el momento de la jubilación no se es viejo por definición y a esa edad de 65, 66 o 67 años -que ya me formo un lío- queda todavía energía almacenada suficiente como para plantearse muchas veces la prolongación de la vida activa. Y es labor del que gobierna, más que organizar múltiples hogares del jubilado, que también, facilitar que se mantenga activo si todavía su físico está capacitado. Con esa idoneidad y con estas ganas tienen que existir fórmulas que no interfieran en el mercado de trabajo y así poder ayudar con su experiencia. Lamentablemente los que tendrían la obligación de resolverlo solo piensan en su aprovechamiento político.
Al llegar la jubilación, como es lógico, se compra tiempo y eso está bien, pero muchas veces sobra la mayor parte y cuando se quiere compartir no es siempre sencillo si no se cultivó previamente. El abono de la bondad, de la honradez, de la bonhomía cuesta lo suyo en los tramos previos, pero si se fertilizó bien y en época correcta sin duda obtendrá frutos de compresión y de paladear tertulias.
Jubiladono puede venir de júbilo, no hay que ser ingenuos, viene de sentirse afortunado por recorrer todos los tramos de la vida tanto si fueren intrerpretados en orquesta sinfónica o filarmónica que si lo fueran en orquesta de cámara con menos miembros pero afinados y mayoritariamente de cuerda. El caso es que hayan sido razonablemente felices.
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