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Un día, un periodista de RNE le preguntó al presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, sobre la Fiscalía General del Estado y le respondió con otra pregunta que lo decía todo sobre su opinión al respecto y que quedó en la memoria colectiva como una contestación ... que no precisaba de más aclaraciones. Su respuesta, como todos recordamos, comenzó con una pregunta: «¿De quién depende la Fiscalía? ¿De quién depende?», repitió, del Gobierno, contestó el periodista. «Pues ya está», afirmó el presidente.
Esa misma respuesta podríamos dárnosla los cántabros a nosotros mismos cuando nos preguntamos las razones por las que nuestras conexiones ferroviarias continúan en el lamentable estado en el que actualmente están. Para ello valdría simplemente preguntar: ¿De quién dependen los ferrocarriles en Cantabria? Y ante la respuesta que recibiríamos de que los mismos dependen del Gobierno de España, la misma no precisaría de más comentario por nuestra parte que el dado en su día por nuestro presidente: «Pues ya está».
Lo dicho para el estado de la red ferroviaria podríamos extenderlo a Renfe, al ver el trato que la misma nos depara en horarios y frecuencias de sus conexiones desde y hacia nuestra ciudad, así como del material rodante utilizado para los mismos. Por ello, una vez más la respuesta al por qué de esta realidad la obtendríamos con facilidad al preguntar, ¿de quién depende Renfe? y al comprobar que esta empresa pública depende también del Gobierno, la coletilla «pues ya está» no precisaría de más comentarios ni aclaraciones.
Centrando nuestra atención en la conexión de nuestra ciudad con Madrid -el desastre de las vías y material rodante que hay en la conexión con Oviedo, por el lado de poniente, y con Bilbao, por el oriente, es de tal magnitud que vergüenza da solo de pensarlo- comprobamos que con motivo del confinamiento del que fuimos objeto la mayor parte de la población el pasado año muchas de las frecuencias de los trenes que nos conectan con la capital de España fueron suprimidas. Esta decisión, lógica y perfectamente entendible entonces, dadas las limitaciones tan grandes que se impusieron a la mayor parte de la población para realizar cualquier desplazamiento, no es razonable que se sigan manteniendo aún en algunas de tales frecuencias, dado el tiempo transcurrido desde aquella drástica medida y la normalización de los desplazamientos que se han ido produciendo, mucho más si tenemos en cuenta que el movimiento entre residentes en las provincias por las que atraviesa -Palencia, Valladolid y Segovia, además de Madrid y nuestra propia ciudad- ha sido muy notable en estos últimos meses. ¿Por qué Renfe no ha normalizado totalmente las frecuencias existentes antes de la pandemia?
Triste es tener que reconocer que ello, muy posiblemente, sea debido a su condición de empresa pública dependiente del Gobierno central, pero también, y eso ya es más triste, a nuestra pasividad y falta de energía a la hora de reclamar lo que por correspondernos debieran darnos sin pedirlo, y si ello no fuese así, exigirlo con la energía que da el tener razón en lo solicitado.
El maltrato dado por el Gobierno a Cantabria en materia de ferrocarriles viene ya de antiguo, pues desde la definitiva clausura del proyectado ferrocarril Santander-Mediterráneo en el inicio de la década de los ochenta -dejando así a Bilbao como único punto final que unirá por ferrocarril nuestra costa Cantábrica con el prospero Mediterráneo-, hasta dejarnos ahora fuera del corredor del Atlántico y, por tanto, fuera de los beneficios económicos que va a aportar la Unión Europea, pasando por dejar a Santander como la única capital del norte de España sin que a la misma llegue el AVE -y digo llegue hasta la ciudad como punto final del mismo y no se quede en Reinosa, como va a ser nuestro caso, y por tanto a 75 km de nuestra capital- ha sido una constante que hemos padecido los cántabros y que hemos admitido sin levantar nuestra voz, más allá de pequeños respingos dados de vez en cuando.
Por todo ello parece necesario que nuestros representantes en el Congreso, sean del signo político que sean, lleven al mismo, todos al unísono, un plan, consensuado en nuestra región con todas las fuerzas políticas y sociales, en el que se concreten las infraestructuras ferroviarias que necesitamos para garantizar el futuro de nuestra comunidad en igualdad de condiciones con las comunidades limítrofes, y ello no por envidia a las mismas, sino porque si así no fuere perderemos toda posibilidad de competir con ellas y nuestro futuro se verá seriamente comprometido.
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