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Los ataques continuados de Rusia contra Kiev y otras ciudades ucranias revelan la incapacidad del régimen de Putin y de sus fuerzas armadas para hacer frente a la contraofensiva con que el país que pretendían invadir está recuperando el terreno perdido. Pero sobre todo subraya ... la inhumanidad asesina de un propósito que va alternando el acoso a la población civil en Ucrania y la destrucción de plantas de energía, con el chantaje nuclear y la advertencia de que una intervención más directa de los aliados occidentales daría paso a una conflagración global. Ello junto a la permanente amenaza de agravar la crisis energética que afecta especialmente a Europa. El hecho de que Rusia esté recurriendo a drones kamikazes de fabricación iraní y al lanzamiento de misiles cuya efectividad se reduce día a día, demuestra cómo de limitados son los medios convencionales y las dotaciones profesionales de las que dispone Moscú. El reciente anuncio de Putin, dando por culminada la «movilización parcial» de reservistas, respondería más bien a su necesidad de rebajar la contestación doméstica. Lo que a su vez podría llevar a la autocracia rusa a apurar las posibilidades de la guerra híbrida, aun a riesgo de que a su vez pudiera ser objetivo de operaciones análogas de origen no declarado. De confirmarse la existencia de un compromiso de colaboración bélica por parte de Teherán, que junto a los drones pudiera incluir misiles balísticos, trasladaría la tensión a Oriente Medio y obligaría a la UE y a EE UU a imponer nuevas sanciones a Irán. Las palabras de Xi Jinping, asegurando al inicio de su tercer mandato que no renuncia al empleo de la fuerza para hacer efectiva la pertenencia de Taiwán a China, recuerdan que hay otro punto caliente en el mundo susceptible de reproducir lo ocurrido en suelo ucraniano.
El expansionismo identitario y autoritario ruso ha permitido demostrar que Europa y los aliados de la OTAN cuentan con una pulsión unitaria en defensa de la legalidad internacional y la democracia liberal. Ni las diferencias de intereses nacionales ni la presencia de corrientes ideológicas que sintonizan con la idea de un poder omnímodo han impedido una respuesta razonablemente compartida e inmediata a la amenaza encarnada en Putin. Pero el desafío ha aflorado debilidades, imprevisiones, desequilibrios, lentitudes y reservas mentales que urge superar ante el curso de los acontecimientos que trate de imponer Rusia, y ante la eventualidad de que se desate una crisis semejante entre el Mar de la China y el Pacífico.
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