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La pornografía infantil, el tráfico de personas, la captación de datos privados o los ataques a la reputación de personas particulares han ido ganando espacio en las redes sociales. Y, sobre todo, han sido capaces de adaptarse con rapidez a los adelantos tecnológicos de nuestros ... días para atrapar en sus redes a las personas más vulnerables.
El desafío que plantean las nuevas tecnologías a nuestra sociedad es permanente y por eso me gustó especialmente que el papa Francisco lo abordara en un reciente encuentro con políticos católicos, en el que he tenido la fortuna de participar. El pontífice nos instó «a que la legislación y las normas internacionales que la rigen se centren en promover el desarrollo humano integral y la paz y no el progreso por sí mismo».
Y no puedo estar más de acuerdo con él. No se puede tener una confianza ciega en las nuevas tecnologías, como si el mero hecho de ser nuevo supusiera un avance. Sabemos bien cómo fenómenos como el 'cyber-bullyng' o la suplantación de identidad se han extendido en los últimos años, así como el daño que hace el anonimato en las redes.
Antes de que existieran las redes sociales, un desequilibrado o un fanático se limitaba a afectar a su propio entorno y muy pronto era identificado y aislado. Hoy día, el anonimato de algunas plataformas ha dado un altavoz a personas que difícilmente tendrían espacio en una comunidad normal. Los controles y los frenos de algunas plataformas todavía presentan demasiados huecos. Asumo mi parte de responsabilidad en esta tarea de limpiar las aguas turbias de internet, tratando de «que la tecnología esté al servicio de las necesidades humanas y no nos aísle a unos de otros», como dice el Papa Francisco. Y ahí es preciso denunciar como determinadas redes sociales insisten en reforzar el propio discurso, en vez de abrir ventanas a las opiniones y visiones de otros.
El trabajo de un político es construir puentes, dar cauce a las necesidades y exigencias de los ciudadanos. Una labor muy difícil de llevar a cabo cuando la sociedad se polariza hasta grados extremos, cuando todo se lleva al terreno de la ideología y se rechaza de forma inmediata cualquier idea ajena. Y en esto tienen mucho que ver algunas plataformas de internet que se presentaban como modelos de convivencia y han terminado construyendo redes tribales que se retroalimentan.
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