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Por definición todo orden humano produce, como consecuencia indeseable, un cierto desorden. El llamado orden mundial no es una excepción. Hablemos de ello en sus dos variantes, la económica y la política. Empezando por la economía. El orden vigente ha venido siendo «la globalización» que, ... primero por la Gran Recesión (2008-12) y luego por la pandemia (2020- ), ha entrado en crisis. Los fallos en las cadenas de suministro, el aumento desaforado de los precios en alimentación y energía, el régimen de patentes Internacionales que ha dejado a miles de millones sin vacunas contra el covid, son sus ejemplos más clamorosos. Pero el asunto va más allá de la globalización, la propia economía de mercado ha reventado sus costuras por múltiples lados. Las operaciones just-in-time (trabajo sin inventarios) que tanto han contribuido a la reducción del costo de producción, revelaron su innata fragilidad cuando la pandemia obligó al cierre de operaciones clave; por ejemplo, la escasez de microchips que afectó a todas las industrias. La dependencia de países desarrollados de los suministros de petróleo, gas y materias primas estratégicas por terceros países menos confiables, la tendencia del mercado a la concentración en monopolios y oligopolios cuando su regulación deja de ser operativa, otros ejemplos. En definitiva, la impotencia del libre mercado para calibrar con precisión el riesgo que estas formas de operar implican, compuesto por la ludopatía congénita de los líderes económicos, incapacitan al sistema para aplicar correctivos a tiempo y originan el desorden económico que padecemos. Las manifestaciones políticas del desorden económico no se han hecho esperar. Voy a empezar describiendo una maniobra política que tiene un fuerte componente económico. Me refiero a una operación de Estados Unidos, tras su victoria en el frente Pacífico (IIGM). Con el fin de asegurar el tráfico de mercancías, los americanos establecieron bases militares en un rosario de islas que van desde Japón, al norte, hasta Indonesia, al sur; bases en las que se han estado concentrando sus fuerzas militares desde que Obama decidió reducir drásticamente la presencia en Oriente Medio. Entre las dos estrangulaciones de los estrechos de Malaca -paso del mar de China al Índico- y Ormuz, en el Golfo Pérsico, EE UU y sus aliados pueden bloquear el tráfico marítimo de China cuando lo consideren conveniente. Esta es una espada de Damocles que los chinos han decidido sacudirse de encima; para lo cual están desarrollando el proyecto denominado popularmente como «nueva ruta de la seda»: la iniciativa del «Cinturón y la carretera», también denominada del «Cinturón y la franja», BRI en inglés.
El objetivo es dominar puertos y carreteras estratégicos por toda la ruta hasta llegar a Grecia, empezando por construir bases militares en el este y el sur del mar de China y continuando con la anexión de Taiwán, el más grande e inhundible portaaviones americano en la zona. Una situación peligrosa en extremo, puesto que tanto EE UU como China consideran el mar de China de vital importancia para su seguridad nacional. Factor, pues, clave del actual desorden mundial. La otra manifestación clave del desorden es la II Guerra Fría, que ya muchos consideran una continuación de la primera, como se ha venido a considerar la II Guerra Mundial. La Guerra Fría fue una evidente consecuencia indeseable del orden bipolar USA-URSS. El desorden mundial al que ahora asistimos es consecuencia del falso final de la I Guerra Fría, simbolizado por la caída del muro de Berlín. Al descomponerse el orden bipolar el vacío ha querido llenarse con un nuevo orden, para el que han aparecido otros tres posibles modelos: el orden unipolar que se impuso tras el desmembramiento de la URSS y que, por razones obvias, sigue siendo el favorito de los americanos; un orden multipolar o concierto de las grandes potencias como el establecido en Europa en el s. XIX; y, aún más atrás, el orden que surgió en Europa tras el tratado de Westfalia (1648) el cual puso el énfasis en la soberanía de cada estado fuera grande o pequeño (el denominado Estado-nación) condenando la intervención externa en los asuntos interiores de cada país, con la consecuencia a la larga de un nacionalismo puro y duro.
Hay hoy cuatro modelos que compiten entre sí, y mientras no se estabilice uno de ellos persistirá el desorden. El cuarto, la II Guerra FrÍa, podría llevarnos al restablecimiento del orden bipolar, esta vez USA-China. Aunque China no parece quererlo porque supondría el establecimiento de un nuevo «telón de acero», que cortaría la «nueva ruta de la seda» por la mitad, con consecuencias catastróficas para su geoestrategia.
Precisamente la razón de que Estados Unidos haya declarado esta guerra y arrastra a Europa tras ella. Sin duda, otra fuente del desorden internacional. La semana que viene hablaremos de las salidas de este laberinto más recomendadas y de sus posibilidades de realizarse.
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