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La apertura de la Variante de Pajares, el tramo esencial y más complejo de la línea de alta velocidad Madrid-Gijón, trae a colación la situación del ferrocarril rápido en Cantabria. La nueva obra recién inaugurada en las comunidades vecinas, que no completa el trazado, ... ya que falta un tramo en León y otros en Asturias, además de las estaciones adecuadas en Oviedo y Gijón, es probablemente uno de los desarrollos de ingeniería más complejos llevados a cabo en España. Sustituye al anterior, también pionero, del siglo XIX, ha llevado veinte años de ejecución (más de cuarenta desde que se proyectó) y un coste cercano a los cuatro mil millones de euros. Ahorra una hora respecto al tiempo necesario inmediatamente anterior, y permite completar el viaje entre Madrid y Gijón en menos de cuatro horas, algo más de tres a Oviedo. El resto de trabajos para completar una alta velocidad verdaderamente competitiva (en torno a tres horas en el recorrido completo) tardarán muchos años en estar en uso, y algunos de ellos siguen aún llenos de incógnitas.
El caso asturiano sirve para trazar un paralelismo con el cántabro y la situación de las obras que afectan a nuestro ferrocarril con Madrid. Los tramos palentinos en ejecución o pendientes de licitar necesitarán varios años para completarse y apenas acortarán unos minutos el tiempo total del recorrido. Qué decir de la incursión de la alta velocidad en la región, desde el límite con Castilla y León hasta Reinosa, cuyos trámites iniciales están pendientes de abordar. Y la adecuación del resto de la vía, que aligerará mínimamente el paso de los convoyes pero solo tendrá de alta velocidad ferroviaria el material rodante, en ningún caso la celeridad, dada la decisión adoptada en su día de renunciar a unas infraestructuras onerosas y de complejísima ejecución.
Cuando todo lo previsto esté terminado, para lo que siendo optimistas será necesario más de un lustro al ritmo actual, el tiempo del recorrido entre Madrid y Santander rondará las tres horas y, aunque no discurra completamente en alta velocidad, será entonces verdaderamente competitivo en cuanto a su duración. Es obvio que para conseguir esa meta y obtener las ventajas del tren rápido ha sido preciso que el resto del recorrido desde Madrid y a través de las provincias castellanoleonesas esté en uso, por lo que esas inversiones previas beneficiarán entonces plenamente, como ya lo hacen ahora en parte, a Cantabria. También que la consolidación de la demanda permita un número suficiente de frecuencias que haga el servicio atractivo y útil.
No es la de la alta velocidad ferroviaria la única demanda, aunque sí una de las principales, que la región debe trasladar al nuevo Gobierno de España. Atañe a esa carencia histórica de las conexiones de Cantabria con el centro del país que comporta una suerte de aislamiento psicológico que se suma al físico de la ubicación periférica. Buena parte de los proyectos en curso que necesitan del apoyo del Ejecutivo central tienen que ver con las infraestructuras de comunicaciones o con equipamientos que hagan de la región un destino más atractivo en muchos planos: logístico, cultural, turístico.
La realidad es que las inminentes restricciones presupuestarias y los compromisos de gasto que el gabinete de Pedro Sánchez está adquiriendo con sus socios de Gobierno y de investidura van a hacer más complejo que nunca el apoyo a unas iniciativas imprescindibles que Cantabria por sí sola es incapaz de afrontar y que las condena al aplazamiento y al retraso, con la consiguiente pérdida de oportunidades.
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