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El año que acaba de echar a andar va a prolongar en nuestro país el ciclo electoral –que tuvo su culmen en 2023 con los comicios municipales y autonómicos del 28 de mayo y las generales del 23 de julio– con las citas en las ... urnas en Galicia y en País Vasco y unas europeas en junio que enlazarán la decantación española con la del resto de socios de la UE ante otro trance delicado; esta vez, por la posibilidad de que las corrientes más extremistas e iliberales en la Unión fuercen las cuadernas, carcomiéndolas, de los principios democráticos y los valores éticos que sostienen la convivencia entre europeos tras un siglo XX preñado de atrocidades. La condenable forma de protestar contra el presidente Sánchez, golpeando una piñata con su imagen, de quienes se concentraron en Nochevieja ante la sede federal del PSOE en Ferraz, evidencia de la peor manera hasta qué punto la polarización nacional puede permear la calle; un inquietante emponzoñamiento que no se limita a un único foco y que, por ello, es obligación de todos intentar refrenar. Porque por afianzada que demos la democracia y los valores que se derivan de ella, su disfrute constituye una conquista cotidiana que requiere sentido de la responsabilidad y compromiso colectivos. Premisas que nos emparentan con los otros 400 millones de europeos, con modelos políticos distintos y una entereza democrática dispar, llamados a votar este semestre. Y con los en torno a 3.000 millones de ciudadanos de medio mundo que acudirán a las urnas a lo largo de este 2024 en varias decenas de países concernidos; entre ellos, dos tan relevantes para la geopolítica mundial como EE UU, con la pugna entre Joe Biden y la tan tangible como fantasmal presencia de Donald Trump, e India, convertida en el Estado más poblado y contrapeso al gigante chino.
Si algo obliga a recordar este insólito carrusel electoral en los meses venideros es que son aún demasiados los países con sus ciudadanías bajo regímenes en los que la democracia continúa siendo una quimera o un simulacro; o incluso aquellos en los que sus sistemas de derechos y libertades son tan frágiles o están soportando un proceso de degradación que están llevando a organizaciones internacionales a alertar de que la evolución democrática camina, en el mejor de los casos, hacia su estancamiento y, en el peor, hacia un peligroso retroceso. Es el desafío mayúsculo de este 2024: que los electores se hagan cargo de los valores convivenciales que están en juego.
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