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La evolución del mercado laboral lleva tiempo sometido a un pernicioso tironeo entre el Gobierno y la oposición sobre su dinamismo, que uno resalta inmune a sus oscilaciones y la otra oscurece mostrándose sensible a las mismas. El tiempo que resta de aquí a las ... generales del 23 de julio puede ser un lapso propicio para que los partidos clarifiquen sus programas en la materia, pero bastante menos para que se rebaje el diapasón de la controversia sobre el comportamiento del empleo como uno de los factores determinantes para medir la salud de la economía. Y ello a pesar de que en estos prolegómenos de la campaña el compromiso del líder del PP, Alberto Núñez Feijóo, de que no revocará la reforma laboral aprobada por carambola parlamentaria hace 17 meses y contra el criterio de la entonces dirección de su partido ha introducido un factor de estabilidad en el escenario, atendiendo a las demandas de los agentes sociales y a la espera de los reajustes que pueda introducir, previo diálogo con ellos, si alcanza la Moncloa. Pero sería conveniente que los análisis institucionales y partidarios evitaran, singularmente en un período tan relevante como el que precede a una cita con las urnas, incurrir en hipérboles, para bien o para mal, que dificulten a la ciudadanía saber a qué atenerse.
En este sentido, y de la misma manera que la creación de empleo ha contradicho las previsiones más negativas lanzadas desde la oposición al Gobierno de Pedro Sánchez, este no debería trivializar las alertas que puedan emanar del mercado laboral aun cuando la cifra de afiliación a la Seguridad Social continúe en récord. Parece difícil determinar hasta dónde el enfriamiento que han sufrido las contrataciones en junio responde a un anticipo de las incorporaciones laborales vinculadas a la actividad veraniega y hasta dónde conviene inquietarse por otras motivaciones más de fondo. Pero el hecho de que este haya sido el peor mes comparado con los mismos de la serie histórica desde 2015, cuando el país aún batallaba contra la gran recesión financiera, interpela cuando menos al Ejecutivo a atenuar el inquebrantable optimismo con el que viene manifestándose sobre la fortaleza de nuestro mercado laboral. Un mercado laboral cuyo vigor podría estar proyectando los primeros síntomas de agotamiento, más allá de las disparidades y desigualdades que sigue dejando tras de sí en un contexto aún marcado por la contracción del poder adquisitivo debida a la inflación.
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